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Espacios conmemorativos con historia

Invitación

La polémica originada por el anuncio de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y del Gobierno Federal para colocar un monumento conmemorativo a las mujeres indígenas en la glorieta donde se ubica el Monumento a Cristóbal Colón, aprovechando que éste ya no regresará a ese lugar por haber sido retirado para su restauración después del maltrato recibido en una de tantas manifestaciones que recorrieron el Paseo de la Reforma, así como el posterior anuncio de que será el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad el que decida qué hacer en ese espacio, nos ha llevado a plantear que esa disposición debe ser analizada y discutida ampliamente por quienes deseen hacerlo para que la medida final se tome con base en argumentos más sensatos y racionales al respecto.

Para ello, iniciamos una serie de colaboraciones reproduciendo algunos artículos donde se tocan diversos aspectos sobre los espacios conmemorativos en la Ciudad de México, a partir de la época en que se erigió allí el Monumento a Cristóbal Colón. El primero se refiere a un viejo ensayo del arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez que nos parece más que pertinente para afianzar una discusión respetuosa al respecto. Dicho ensayo, es la parte final de un estudio sobre Javier Cavallari y la carrera de ingeniero civil publicado en la revista El arte y la ciencia en 1909.[1]

[1] Manuel Francisco Álvarez, “El Doctor Cavallari y la carrera de Ingeniero Civil en México” en El arte y la ciencia, Tomo XI, número 2, México, agosto de 1909, pp. 29-36 y 46, 49 y 52. Esta revista, considerada como la primera revista de arquitectura en México, estuvo dirigida por el Arq. Nicolás Mariscal y Piña desde su primera edición en enero de 1899 a junio de 1911 cuando apareció el último número.

El arte y la ciencia se puede consultar completa en el número 10 de la colección Raíces digital, editada por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte del proyecto de investigación Raíces de la arquitectura mexicana. El “Prólogo” estuvo a cargo de Carlos Ríos Garza; las “Notas biográficas del arquitecto Nicolás Mariscal”, a cargo de María Teresa Mariscal Torroella; y el “Estudio introductorio” fue elaborado por J. Víctor Arias Montes.

Raíces digital se puede consultar en: arquitectura.unam.mx/raices-digital.html

Posteriormente, vendrán distintos comentarios acompañados  de otros documentos de época que seguramente enriquecerán las bases conceptuales de quienes participen en este ejercicio.

Solo de manera contextual resaltamos lo que nuestro colaborador, Ramón Vargas salguero, escribió hace algunos años sobre las discusiones que se llevaron a cabo a finales del siglo XIX y que de alguna manera quedaron inconclusas, al llamarle a ese intercambio de ideas sobre la cultura arquitectónica El gran debate teórico de fin de siglo.[2] En ellas, surgió una de las discusiones más atractivas sobre la orientación de la arquitectura mexicana al señalarse que ésta debía ser Moderna y Nacional, lo que desató ese gran debate entre cómo expresar ser moderno a la vez que nacional. Mucho se centró en exponer que lo Moderno se refería a ser de su propio tiempo y lo Nacional tomó dos direcciones: una que sugería recatar las formas de las culturas prehispánicas y otra que se orientó hacia lo hispánico.

[2] Entre otras aportaciones sobre esa época, puede consultarse: Ramón Vargas Salguero, “Las fiestas del Centenario: recapitulaciones y vaticinios” en Fernando González Gortazar (coord.), La arquitectura mexicana del siglo XX, México, CONACULTA, 1994, pp. 19-33.

Esperamos, pues, colaborar en una amplia discusión para que la decisión última no sea solo de un comité sino que también se consideré la opinión de especialistas y de la población en general sobre una vialidad que, por su historia, ha sido testigo de múltiples luchas del pueblo mexicano.

Así que los que se interesen en expresar sus opiniones al respecto, son bienvenidos en estas reflexiones sobre los espacios conmemorativos y, en especial, sobre la llamada Glorieta de Colón en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México.

Por ser un documento histórico, reproducimos el texto fielmente. Sin embargo, en De Interés de este mismo blog y este día, hemos integrado el número de la revista El arte y la ciencia, donde aparece el artículo.

Alejandro Gaytán Cervantes, Carlos Véjar Pérez-Rubio, Gerardo G. Sánchez Ruiz, Jesús Tamayo Sánchez, José Alfonso Ramírez Ponce, José Víctor Arias Montes, Ramón Vargas Salguero, Rubén Cantú Chapa.

El Dr. Cavallari y la Carrera de Ingeniero Civil en México. (CONCLUYE)

D. Ramón Rodríguez Arangoyti empezó sus estudios en el Colegio de San Gregorio de México, pasó luego al Colegio Militar y en el año de 1847 cayó prisionero en la toma del Castillo de Chapultepec por los americanos: después estuvo en la escuela que el Coronel D. Joaquín Fuero, retirado del servicio militar, estableció en la esquina de las calles de la Moneda y Cerrada de Santa Teresa, teniendo entre otros compañeros a Mariano B. Soto y Manuel Vicario y Rivera.

Su amor á las Bellas Artes lo hizo ingresar con su hermano Emilio á la Academia de San Carlos, dedicándose al estudio de la Arquitectura, y en 1851 ya copiaba el Portón de los Quinientos que habían enviado de Europa los hermanos Agea y cuyo lavado poseo con otros muchos dibujos y proyectos originales de Rodríguez.

Terminados sus estudios. Rodríguez marchó pensionado á Roma en 1854, en compañía de Epitacio Calvo, que lo había sido en el ramo de escultura.

Llegado á la Ciudad Eterna entró al taller de Cippolla, maestro que había sido de los Agea, y empezó á trabajar con todo ahínco, obteniendo positivos adelantos, y envió á la Academia el proyecto de Faro, la Chertosa, el proyecto de Escuela de Marina y el de Palacio para el Presidente de la República, revelando todos al hábil dibujante y al entendido artista.

De esa época, 1854 á 1857, son los siguientes trabajos de Rodríguez en Roma, cuyos dibujos poseo. Detalles de la Barrera antigua, vía de Nicolo á Cesarini.—Altar antiguo del patio de la iglesia de San Teodoro que se cree viene del templo de Vesta, detalles encontrados en la excavación de la columna de Phocas y otros en el Arco de Constantino. Cornisa y Chambrana del Templo de Vesta-Tibur. Ventana antigua en Proeneste, hoy Palestrina. Dibujos tomados del Museo del Capitolio. Plafond del Palacio Viejo de Florencia. Detalles de tierra cocida de la casa del Laberinto en Pompeya. Sección transversal de un edificio, Agosto 20 de 1857. Un templo circular, Septiembre 2 de 1857. Proyecto de monumento para la iglesia de Puebla, Agosto 14 de 1857.

Rodríguez pasó á París en donde trabajó mucho dibujando para diversas fábricas de objetos de metal; llaman la atención por lo bien dibujados y compuestos, candelabros, fuentes, altares, etc., etc. De su estancia en París, Rodríguez se creó su segunda manera de sentir, el neo-greco, que en obras y edificios se empleaba y que sentía con tanto gusto.

Rodríguez trabajó también en las obras públicas de la ciudad de París.

Regresó Rodríguez á México, en Noviembre de 1864 y á este respecto, lo mejor que puedo hacer, es copiar lo que él mismo decía más tarde en un cuaderno que publicó con motivo del monumento de Cordier á Colón:

‘*En Enero de 1865, dos meses después de haber llegado de Europa, fui llamado por Maximiliano para que me encargara como ingeniero de las obras del Palacio de Gobierno, Chapultepec, casas de Cuernavaca, Castillo de Miramar, Monumentos de Cristóbal Colón, Hidalgo, Guerrero, Iturbide y otros. De todos estos trabajos fui director, hasta que ocupó el Gobierno liberal esta ciudad, separándome voluntariamente de mi encargo.

“El rey Leopoldo, poco tiempo después de estar encargado de las obras, deseaba regalar a México una estatua de Colón, fui invitado para hacer varios proyectos, de los cuales se escogieron tres y se remitieron á la Corte de Bélgica, reservándose aquí tres copias de los mismos. Acaecida la muerte de Leopoldo, Maximiliano ya había elegido el proyecto y el lugar para erigir el monumento que es en la gran glorieta de la calzada actual de la Reforma. En dicho monumento debía colocarse la magnífica estatua de Vilar, que existe en la Academia, suprema en su género y verdadera obra de arte. Felipe Sojo debía fundirla en bronce, y Calvo, Noreña, Miranda y los hermanos Islas, se encargarían de los grupos de los cuatro grandes mares del Nuevo Continente, así como de los demás detalles de escultura fundidos en bronce.

El resto del monumento sería de mármoles de Puebla y de selectos granitos mexicanos.

 »Fácil habría sido á Maximiliano que se hubiera ejecutado este trabajo en Europa, y particularmente en Mónaco, célebre por sus fundiciones, ya fuera con algunos de mis proyectos, ó con el de cualquier otro extraño. Pero el prurito de este príncipe artista, fué el de que todas las grandes obras de arte que sirvieran para el público ornato y para la suntuosidad de sus alcázares, debían ser ejecutadas por artistas mexicanos, pues con orgullo decía al Cuerpo Diplomático en la Exposición de Bellas Artes de la Academia de San Carlos: Si vosotros tenéis grandes artistas, no es gracia, porque hay estímulo, sin embargo de que vuestras escuelas están corrompidas. Aquí, sin emulación, guiado sólo por el amor al arte, con un corazón y sentimiento joven, robusto y enérgico, caminando en la senda de la escuela clásica, tengo á mi Rebull, Ramírez, Obregón, Pina, Urruchi, como pintores; á Sojo, Calvo y Noreña, como escultores, é ingenieros muy capaces de llevar á cabo obras de la mayor importancia.” La prueba de lo que decía Maximiliano, se halla en muchos cuadros qué aún existen, de nuestros héroes, y que debían formar parte de la colección de los hombres más ilustres mexicanos, desde la época de la conquista; en las grandes reformas que se estaban haciendo en Chapultepec y en el Palacio Nacional, así como en el proyecto aprobado del monumento de la Independencia, cuyo modelo estaba en el Ministerio de Fomento y fué destruido á consecuencia del siniestro de la Cámara de Diputados.»

Agregaré á las líneas anteriores, que Rodríguez en las obras de Palacio tuvo por colaboradores á sus compañeros de la Academia de San Carlos trabajando con él y no como empleados del Gobierno, Eleuterio Méndez, Antonio Torres Torija, Eduardo Davis, Vicente Landín, Ricardo Iriarte y otros. Rodríguez fué nombrado profesor de la Academia de San Carlos, desempeñando la clase de construcciones de madera y fierro. En Octubre de 1865 proyectó Rodríguez el Museo Chino en Chapultepec, cuyo dibujo acompaño, así como un grandioso proyecto que fué enviado á Viena. A la caída del Imperio empezó á ocuparse de trabajos particulares, y en Octubre 27 de 1869 proyectó y dirigió en compañía de D. Juan Manuel Bustillo el Hotel Guillow. En 1869 proyectó una fuente ó caja de agua en la esquina de San Fernando y Puente de Alvarado, en donde terminaba el acueducto de la Tlaxpana, que surtía de agua delgada á la capital.

En 1870 proyectó la Catedral de Toluca, cuyos dibujos son de Marzo, Abril y Noviembre, dando principio á los trabajos de construcción que más tarde continuó D. Luis G. Anzorena. Esta obra es grandiosa: tiene la Catedral 45 metros de ancho por 112 metros de fondo, la fachada tendría 15.40 metros de alto y la altura de la cúpula sería de 52 metros.

En Abril 4 de 1870 proyectó un artístico monumento sepulcral á D. Francisco Zarco.

En 1871 proyectó Rodríguez el Panteón General de la ciudad de México en la calzada de la Piedad, pudiéndose ver todos los dibujos en las acciones de la Compañía que se formó en Agosto 16 de aquel año para la construcción del citado panteón. De ese mismo año es su precioso proyecto de una capilla fúnebre. También proyectó una fachada para casa de Maternidad; otra para Garita ó Puerta entre dos Estados, y un anfiteatro para los héroes de Chapultepec.

En ese mismo año de 1871, se volvió á ocupar Rodríguez del monumento á Colón. Oigamos lo que decía: «En 1871, el apreciable Sr. D. José Amor y Escandón, que me ha dispensado siempre cariño y guardado consideraciones, me propuso visitar á su tío el Sr. D. Antonio Escandón, pues se trataba de levantar un monumento á Colón, y quería fuese yo quien lo proyectara y lo construyera. Poco tiempo después presenté al Sr. Escandón dos proyectos: uno, pedestal monumento, y otro, fuente monumental, porque se discutía si había de colocarse al frente de la Estación de Buenavista, en el estado actual de las construcciones, ó situarse dentro de un gran jardín, sirviendo el monumento de fuente. Este proyecto fué el preferido. Además de la estatua de Colón en el pedestal superior, se colocarían cuatro estatuas en el plinto, representando el Golfo de México, el Atlántico, el Pacífico y el mar de Cortés, que son los límites de nuestro territorio. Pero deseando tanto el Sr. Escandón como yo, que el monumento llevase una idea filosófica, y el recuerdo de los hombres, que unidos al descubridor, trabajaron con ahínco y con fe, en la civilización de los antiguos mexicanos, hice un nuevo proyecto, en el que sustituí las figuras de los mares con las de Fray Pedro de Gante, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Juan de Torquemada y Fray Bartolomé de Olmedo, que fueron designados de la inmensa lista de ilustres personajes que defendieron en esta Nueva España las letras, las ciencias, las artes y la industria. Este proyecto fué el definitivamente aceptado. Ignoro los motivos que tuvo él para que no se hicieran y fundieran en México las estatuas, no obstante que en todos mis proyectos la figura dominante ha sido siempre el Colón del Sr. Vilar, habiéndose sacado fotografías ad hoc. Mi condiscípulo y amigo Urruchi, pintor de reconocido mérito, me auxilió eficazmente, haciendo un estudio prolijo de los cuatro frailes, y cuya composición estuviera de acuerdo con la figura de Colón y y con la parte arquitectónica, para que el conjunto fuese bello, unísono, monumental.» Rodríguez llegó hasta encontrar el retrato del Padre Gante, que el cura de Toluca Dr. Fray Buenaventura Merlín le regaló, y que él á su vez lo cedió al Ayuntamiento que lo conserva en su Archivo: también se encontraron los de otros, y supo que el Sr. Escandón que marchó á Europa, había procedido á la ejecución de aquel proyecto con la modificación de que sería fuente monumental.

Después, durante el año de 1875, habiendo donado el Sr. Escandón al Gobierno el monumento de Colón, procedió el Sr. D. Vicente á gestionar con el Ayuntamiento la elección de lugar en la plazuela de Buenavista; pero nada se hizo, y me consta por haber sido yo regidor en aquella época.

En 1877 el Ministerio de Fomento decidió establecer varias glorietas en la Calzada de la Reforma, y en la que sigue á la estatua de Carlos IV ordenó que el arquitecto é ingeniero civil D. Eleuterio Méndez armara el monumento de Colón, habiéndolo hecho con pericia y economía, pues sólo costó la operación $4,000.

En esa época se juzgó favorablemente el monumento, que hecho por el escultor Cordier, había sido expuesto en París frente el Palacio de la Industria, y en la reseña que se hacía de aquel monumento para nada se hacía figurar el que antes había proyectado Rodríguez, quien publicó en un cuaderno los datos que he consignado y el siguiente juicio crítico que como él decía: «pudiera creerse bastardo, aun fanático; pero aseguro que mi juicio es severo y de buena ley, no una crítica injusta, pretensiosa ó emanada de un vil celo.»

Yo, por mi parte, he creído conveniente, acompañar los proyectos de Rodríguez y el de Cordier, para que se pueda apreciar la opinión de nuestro arquitecto.

Empieza Rodríguez por manifestar que al monumento de Cordier le faltan el efecto y la perspectiva y que la arquitectura y la escultura no están unísonas; que las líneas y formas de ésta no son severas y en la relación con la calma que debe tener aquélla, carece de la forma piramidal que deben acusar estas construcciones, y teniendo por fondo el espacio y no habiendo esa graduación de planos el conjunto no es grandioso; y Cordier sólo pensó en hacer resaltar sus esculturas y despreció el conjunto y analizando el monumento hace notar Rodríguez la ausencia de un zócalo que recibiera el primer cuerpo, con tanta más razón, cuanto que en México es un preservativo para el ataque del salitre el enrecintado; además, habría contribuido á la esbeltez del monumento, mientras que sin éste y con los almohadillados resulta muy pesado.

Rodríguez criticaba fuertemente ese almohadillado sin objeto, y más sólo en las esquinas y con la erudición que le caracterizaba, hacía ver lo poco ó nada conveniente de su empleo.

Respecto de los bajos relieves los encuentra en miniatura, en cuanto á su tamaño, de los asuntos que representan y del lugar desde donde se tiene que ver todo el monumento, resultando que no es posible distinguirlos.

En cuanto á inscripciones, en nuestra época es preferible que sean en el idioma del país y en lugar de estar en latín, que estuvieran en español y mexicano. Además, la inscripción allí es microscópica, y el nombre de Colón no ocupa la parte principal del monumento.

Las ménsulas al revés que colocó Cordier al frente del pedestal superior no tienen razón de ser, no sirven de contrafuertes que no se necesitan y sentadas las figuras sobre una especie de banquillo, las ménsulas parece que separan esos asientos de una sillería ó tienen por objeto sostener la estatua, lo que indicaría falta de solidez ó disimularlo raquítico del pedestal. Pero sin embargo, si se quitaran las ménsulas, entonces se comprendería la forma raquítica del pedestal; así como su altura, la de la cornisa, dado y base, que no corresponden á la de la altura de la estatua que sostienen. Rodríguez tenía mucha razón en todo esto que decía; y agrega lo siguiente sobre las estatuas de los frailes:

Decía, que conocidos como son los tipos de Pedro de Gante y de «Bartolomé Las Casas, no aparecen en las estatuas y que se nota la falta de Euritmia y simetría entre las cuatro.

Gante, más parece el busto de Sócrates con barbas y traje de capuchino, sin que represente el tipo flamenco; las extremidades son bien vulgares y es ridícula la figura que sale de entre los pliegues de los paños de su ropaje.

El padre Las Casas está representado por un fraile vulgar, deformas atléticas, barbas propias de un marinero, guardia suizo ó aventurero, marcándose más y más el defecto en sus extremidades y movimientos, y un trozo de báculo y parte de un sombrero no bastan á representar al obispo de Chiapas.

En la figura del padre Deheza, encuentra Rodríguez que el artista fué feliz, pues representó el saber y la inteligencia con la actitud y expresión correspondientes; mientras que la figura del padre Marchena es la de un hombre arrebatado por la ira en actitud de defensa.

«Si no fué feliz el Sr. Cordier, dice Rodríguez, en la composición de las figuras, mucho menos en la figura principal. No es el tipo de la raza latina, falta la expresión; no representa el carácter, la inteligencia y el sentimiento del hombre, cuyos sufrimientos físicos y morales son conocidos, y que debía haberlos manifestado. No entro en varios detalles, como el tocado y vestido de la figura, no obstante que adolecen de algunos defectos. Es de sentirse no haya hecho el autor un estudio prolijo de los vestidos de la época, fijándose siquiera en la Gran Cabalgata que tuvo efecto el 5 de Noviembre de 1529 cuando Carlos V y Clemente VII hicieron su entrada triunfal en Boloña, pintada por Doménico Riccio, en la sala Ridolfi, en Verona: y en cuyos grupos se ven gentes de pie y de todas clases de la sociedad en esa época, en que floreció Colón.»

Y concluye Rodríguez diciendo: «que la escultura después de la historia, es el depósito de la virtud y el vicio; es el arte que expresa las costumbres, debiendo producir grandes efectos.

He tenido ocasión de conocer algunas de las obras de Cordier; varias de ellas superiores á la del monumento. Es de sentirse sobremanera, que no sea la obra comparable en su género ni á los de segunda clase, que se hallan tanto en Europa como en América.”

La estatua de Colón del escultor D. Manuel Vilar. la que tanto estimaba Rodríguez y la que hacía siempre entrar en sus proyectos, había quedado relegada en la galería de escultura de la Escuela de Bellas Artes donde tanto lucía y la que tan buen efecto nos producía, hasta que en 1892 en el centenario de Colón se erigió un monumento en la plazuela de Buenavista, donde Escandón había querido se levantara el suyo, el que donaba, no habiéndose realizado por cierto con gran fortuna.

En 1877 y en Mayo de 1878 Rodríguez proyectó y dirigió la iglesia de San José Iturbide, en el Estado de Querétaro, de la que estaba encargado su amigo el padre Campa, quien con verdadero amor y dedicación llevó á cabo tan importante obra; la iglesia tiene una fachada de veinticuatro metros de longitud por doce de altura; dieciocho en el frontón; una cúpula de doce metros de diámetro; siete metros de altura la linternilla; y la cúpula 29.5, y desde el piso cuarenta y siete metros.

En 1879 Rodríguez proyectó, y fué aprobado, su Palacio de Exposición Internacional Mexicana para el año de 1880.

En 1880 Rodríguez proyectó y dirigió el artístico monumento erigido en Chapultepec á la memoria de los alumnos del Colegio Militar que murieron como héroes en la invasión americana, el ]3 de Septiembre de 1847: monumento que la Asociación del Colegio Militar, bajo los auspicios del Presidente Porfirio Díaz, erigió á la honra militar.

En 1881 hizo varios proyectos, entre otros un monumento fúnebre para la Sra. Satur López de Alcalde.

Rodríguez construyó varias casas particulares, como la núm. 8 de la calle del Ayuntamiento y la núm. 4 de su propiedad en la misma calle, la esquina de San Diego y callejón de Soto, la núm. 7 de la 1ª. Calle de San Francisco y otras muchas: en Toluca, además de la grandiosa Catedral comenzada, construyó el Palacio de Gobierno, el Municipal, y otras casas.

El talento artístico de Rodríguez no tuvo campo donde desarrollarse; la época en que vivió no era la más propicia, ni el imperio con su aparente fausto, ni la República en su restauración, contaron con los recursos necesarios para emprender grandes obras, y lo más que dejó Rodríguez fueron proyectos que manifiestan la fecundidad de su genio y los sólidos principios del arte clásico que poseía. Rodríguez murió en 1884 todavía en la fuerza de la edad y capaz de producir grandes obras si el caso se le hubiera presentado, y reconocido por todos su mérito artístico, todavía se le recuerda con aprecio y sentimiento.

CONCLUSIÓN

Sin sentir se me han pasado siete meses, que me he ocupado de cosas viejas, recordando mis días de estudiante, á mis maestros y compañeros, buscando retratos, consultando periódicos antiguos, tomando datos, recogiendo relaciones verbales y todo para que no se olviden las épocas de la Academia de San Carlos y los alumnos de ella y otros profesores (pie fueron admitidos en su seno.

La generación de los Académicos de mérito en el ramo de arquitectura acabó, todos se fueron, y de la relación que he hecho de ellos, se desprende que hicieron más de lo que pudieron, contando con las dificultades que presentaba su época.

La generación de los Arquitectos é Ingenieros Civiles de 1857 ó 1867 está para acabar, quedamos pocos y ya todos viejos, dentro de corto tiempo habremos desaparecido. ¡Que la posteridad nos trate mejor de lo que lo han hecho nuestros contemporáneos y que nos considere como hombres trabajadores, estudiosos y honorables!

Toca á la generación presente de Arquitectos unos y de Ingenieros Civiles otros, con los buenos elementos con que les brinda la situación presente, por la paz, bienestar y sobre todo la riqueza con que se cuenta, ser indulgente con los viejos y esforzarse por levantar el arte, no dejarlo caer en la decadencia y al contrario, hacerlo respetar y estimar como se merece aquí y en todas partes del mundo: ¡que sus esfuerzos sean coronados por el éxito más completo!


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