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Con Fleishman

M. Alejandro Gaytán Cervantes

En la octava década del siglo pasado sucedió lo siguiente: Se inicia el acto para la inauguración del nuevo hospital de la ciudad; estamos presentes los que trabajamos en él. En medio del discurso de inauguración hecho por el Subdirector General, se oye una voz que grita: 

– ¿Hospital nuevo? ¡Si no sirve! Lo interrumpe un compañero, sin poder ver entre la gente a quién habló. 

– Señor. Tenga más respeto, el arquitecto es una gran persona y no puede gritarle de esa manera. 

– Es que este hospital “nuevo” no funciona y se lo digo al responsable de su realización. – Usted no puede hablar así… 

– Déjalo… déjalo expresar todo lo que nos quiere decir. Señor. por favor acérquese y díganos lo que nos ha querido expresar, dice el subdirector. Entre los asistentes aparece una silla de ruedas. Es un hombre joven quien la maneja. Llega adelante y cuando le dan un micrófono, expresa: 

-Nos encontramos ante un hospital precioso; sus acabados son de primera, igual que sus instalaciones; pero, sin embargo, ¡No funciona! Desde su acceso está plagado de errores que no permiten el uso adecuado para los que necesitamos atendernos en él. 

– ¿A qué se refiere? 

– Un ejemplo: mi silla de ruedas no puede entrar… Afuera hay una pequeña banqueta que para mí es una montaña la que lo prohíbe; además, en su acceso hay una escalera que de ninguna manera podría subir. Para llegar a los consultorios sucede lo mismo. La entrada de Urgencias presenta la misma barrera; imposible ingresar. Solo si llego en camilla en brazos de gente especialmente, preparada para ello. puedo entrar. 

– Creo que tiene razón. ¿Qué sugiere que podamos hacer? 

– Bueno, se deben revisar la totalidad de sus hospitales para hacerlos nuevos con condiciones adecuadas para nosotros y arreglar los existentes, de tal manera que todos los seres humanos podamos tener libre acceso a ellos; entrar y utilizarlos adecuadamente. 

El subdirector me hace una seña para que me acerque y me dice. 

– Reúnete con el señor las veces que sean necesarias y soluciona sus planteamientos, creo que tiene toda la razón. Así lo hice y a partir de ese momento trabajamos intensamente con Federico Fleishman, joven empresario con discapacidad en su aparato locomotor; por eso la silla de ruedas le es indispensable. Al citarlo en nuestras oficinas volvió a aparecer su mismo comentario. 

– Gracias a que un señor que me ayudó a subir una plataforma de diez centímetros que está en la entrada, es que estoy aquí. Si primero no arreglan eso para que pueda entrar al edificio sin ayuda, no volveré a estas juntas. 

Rompimos la plataforma e hicimos una pequeña rampa en la entrada al edificio, con lo que se resolvió la solicitud inmediata de Fleishman y nos pusimos a trabajar intensamente. Nos hizo ver que, en todas nuestras unidades médicas, tanto clínicas como hospitales existía este tipo de detalles donde no se pensó en la incapacidad: Pequeñas banquetas que obstruían el paso de una silla de ruedas, aspecto del que ni siquiera nos habíamos percatado. 

De esta manera iniciamos la realización de un documento, que después de mucho trabajo arquitectónico, se concretó en un libro normativo: “Normas para la accesibilidad de las personas con discapacidad”. Su contenido, los criterios que en él se indican, los aplicamos inmediatamente en las nuevas obras; pero también programamos su aplicación en todas las unidades en operación, para así solucionar estos problemas en todas partes. 

La verdad es que, en México, antes de esta inauguración, nunca se había estudiado el tema, que es de gran importancia para todos. Por eso no hubo antecedentes o experiencias a considerar; las normas que desarrollamos fueron base para aplicarlas en todos lados. 

Chema Gutiérrez, nuestro subdirector, nos señaló que era importante no ser egoístas, porqué las normas desarrolladas debían ser para uso inmediato en todas las edificaciones del país. Necesitábamos proporcionarlas a las demás dependencias de construcción de las demás instituciones de salud del país para que también fueran aplicadas. También se las entregamos a cualquiera que las necesitara. 

También trabajamos para apoyar a personas con pérdida de visión en sus diferentes grados, y los distintos niveles de pérdida de la capacidad auditiva que se producen. El trabajo que hicimos con la directa participación de Federico Fleishman, simplemente le llamamos: Eliminación de Barreras Arquitectónicas. La pérdida de la capacidad auditiva, que parece un problema menos grave, se transforma en una enorme barrera, pues la gente cree que quien tiene esta discapacidad no está falto de nada; pero les hablan y no contestan creen todo lo negativo que se les viene a la cabeza. Sienten la discriminación en una forma muy intensa. Mucho mayor que la que padecen las demás personas con una discapacidad. 

En una ocasión me invitaron a una universidad, a dar una plática sobre las normas para la discapacidad. Invité a Federico Fleishman, quien, en su intervención invitó a tres alumnos: Les dijo, vayan a su salón y escriban su nombre, después vayan al baño y hagan pipí, popó y se lavan las manos. Al primero le dio su silla de ruedas con la instrucción de no bajarse hasta su regreso, al segundo le vendó los ojos y le dio un bastón para ciegos. A la tercera, le tapó muy bien los oídos y le dijo: Te van a hablar, si no entiendes, pide que te lo digan de nuevo y contesta sin usar consonantes, con puras vocales. El primero iba muy bien hasta que tuvo que subir una escalera, el segundo salió chocando con los muebles, pero regresó con dominio de su bastón. 

La tercera la paró en el grupo y le dijo a este que le preguntara lo que quisieran. 

– ¿Cómo te llamas? 

– Aaaita 

– ¿Cuántos años tienes? 

– Eieuoo – ¿En qué año vas? – Eeero 

Y así continuó, hasta que Federico preguntó: 

– Que opinan de lo que vieron 

– Que es una tarada, ja,ja.ja 

– Ese es el problema; ella es totalmente normal, salvo este problema; sin embargo, la consideran menos que a los demás; por eso digo que esta discapacidad es la más dolorosa. A lo de las demás discapacidades los compadecen, ayudan. Pero ellos solo reciben burlas, desprecios.

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