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Centro Histórico protagonizó la expropiación petrolera

Rubén Cantú Chapa

El acto de expropiación del petróleo en el Zócalo de la ciudad México el 18 de marzo de 1938 fue el primer acontecimiento dirigido desde el Palacio Nacional para la consolidación del Estado mexicano y reafirmar el carácter protagónico del Centro Histórico como espacio patrimonial y cultural de identidad nacional. Había sido un lugar de lucha constante entre sectores y clases sociales, pero limitadas en sus expresiones por consolidar al Estado mexicano.

Ese día, 18 de marzo, fue de reivindicación nacional que arraigó en la historia y tuvo lugar en el territorio principal de la ciudad de México, que resultó de la conjunción de lo urbano-arquitectónico con las diferentes esferas de la población que ahí acuden y se manifiestan, tanto de la metrópoli como del resto del país. No sólo porque ahí se pone de relieve el espacio histórico patrimonial que testifica lo que sucede en la nación, sino porque reafirma la historicidad del lugar con la propia sociedad actual que da identidad a la zona cultural y a la nacionalidad que representa.

El valor de uso del Centro Histórico constituyó su contenido patrimonial que se ejerció con la nacionalización de lo que por derecho le pertenece a la nación, como son los recursos naturales. Ahí se desenvolvió un hecho histórico relacionado con la impugnación a la dependencia del exterior y por la consolidación de la independencia nacional y la defensa de la soberanía de Estado mexicano.

Aparece un Centro Histórico, Sociedad, Estado y Territorio que critica severamente a la inmovilidad social de antaño para pugnar por un ambiente sociourbano, cultural, político patrimonial y de identidad nacional, que protagoniza los problemas sociales y los nuevos sucesos de la vida independiente del país. Se presenta como el lugar difícil de salvaguardarlo, de restaurarlo y rescatarlo, acorde a las necesidades sociales, políticas, económicas y culturales del país relacionados con el patrimonio urbano arquitectónico.

Se expresa el ambiente sociourbano como el papel protagónico social y políticamente del Centro Histórico de la Ciudad de México, en el que ha surgido otras proposiciones y precisiones de análisis que nos permitirían explicar distintas determinaciones y condiciones para la transformación del territorio urbano central, como sucedió al igual que 1938, a semejanza del último tercio del siglo XX y también en lo que va del presente siglo XXI.

La identidad del espacio urbano se preserva por la existencia de las referencias históricas y culturales y la tradición misma que han escrito los sectores y clases sociales durante esos periodos de existencia urbana y social, que signan y matizan la identidad del espacio urbano-arquitectónico, objeto de estudio. Ante las recientes transformaciones, aparece luego una identidad con testimonios históricos y cultural muy compleja de describir y exponerlo, pero con la necesidad de realizarlo, como protagonista de la expropiación del petróleo, como acto sociourbano económico y político de la ciudad, el Centro Histórico (metafóricamente sea dicho), es el sitio patrimonial, que testifica la historicidad del lugar mediante la articulación de lo urbano-arquitectónico con las expresiones de los diversos sectores de  la población, esto es, cuando en el lugar se manifiestan los problemas sociales, los  conflictos políticos y las complicaciones del impacto de la economía al nivel nacional vinculada con la globalización contemporánea. La aparición de una serie de acontecimientos sociales ratifica la identidad del lugar en el relieve del legado nacional, así como las ceremonias de la ideología de la clase dominante por un lado y por el otro, el testimonio ascendente de las actividades contestatarias de los sectores y clases sociales.

La articulación del espacio urbano-arquitectónico, objeto de estudio, con los diversos sectores y clases sociales como sujeto de análisis, que se manifiestan provenientes del área metropolitana y del resto del país, la expropiación del petróleo constituyó el ambiente sociourbano nacional. Este escenario formalizó las condiciones de existencia de la sociedad ante una situación de riesgos de legitimidad del Estado, dadas las incesantes crisis sociales, económicas y políticas.

La vasta expresión humana en la metrópoli, sin embargo, no es más que la reafirmación de «la historia de la humanidad como la historia de la lucha de clases”,[1] toda vez que se materializa y queda escrita, como testimonio en los espacios públicos del Centro Histórico y demás sitios patrimoniales. La historia del espacio público patrimonial, además de su identidad, es luego la semblanza donde han tenido lugar (y aún tienen) las diversas formas de la lucha de sectores y clases sociales.

[1] K. Marx y F. Engels, Manifiesto del partido Comunista, pág. 17, Digitalizado para el Marx-Engels Internet Archive por José F. Polanco en 1998. Retranscrito para el Marxists Internet Archive por Juan

R. Fajardo en 1999. Consultado agosto 2014, 1ª parte: Burgueses y Proletarios, «Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”

Se pretende considerar, necesariamente, articulada, la complejidad de la vida social de la ciudad y el campo, como fue la expropiación petrolera, así como las áreas del conocimiento surgidas de las propuestas en las reuniones nacionales e internacionales, encuentros que abren diversas perspectivas y vías de investigación, nunca suficientes y siempre con más espacios de análisis.

Las explicaciones sobre el ambiente sociourbano que se expresan como «el corazón y cerebro” del Centro Histórico, son diversas como distintas las ramas del conocimiento con las que se abordan, así lo demostró el 18 de marzo de 1938. Sin embargo, es insoslayable profundizar en el origen social, económico y político del sitio histórico como las múltiples determinaciones que construyeron lo urbano-arquitectónico y «testimonio insobornable» de la historia, particularmente la que sustenta la contemporánea existencia, social y política. También se expresa la ley fundamental de la economía moderna: la caída tendencial de la tasa de ganancia, de la que en otra entrega haremos mención, aparece una de las explicaciones más sólidas del ambiente sociourbano de la metrópoli, sus cinturones conurbados y, para nuestro caso de estudio, el que predomina en el Centro Histórico de la ciudad de México, poco abordado o sin considerar aún en el análisis de la ciudad.

La crisis de la ciudad es la ciudad de la crisis, y la que hubo al nivel mundial de 1929 – 1933 tuvo su mayor expresión en el espacio público, debido a la mutación del trabajo dado el desempleo y subempleo en ascenso en la actualidad nacional y al nivel mundial. Se materializa en el cuestionamiento de la propiedad privada y en las condiciones de existencia de las demás formas de propiedad urbana. La contradicción capital-trabajo como fue el caso petrolero, son procesos cíclicos de crisis cada vez más profunda con respuesta favorable para el capital, crisis tales, sin las cuales no puede continuar el sistema, pues es su forma de perpetuar su existencia. Sin embargo, en 1938, con un Estado de defensa nacional, los sucesos se revirtieron por la soberanía del país.

El más significativo espacio indudable de la problemática social y urbana, esto es sociourbana, es el Centro Histórico y demás sitios públicos patrimoniales de la ciudad. No es el Centro Histórico lo que determina la vida de la ciudad, sino las formas de existencia sociourbana de la ciudad la que determina el espacio protagónico del Centro Histórico, pues se parte de la objetividad real del Centro Histórico y de la metrópoli. El ambiente sociourbano del espacio público surge luego con la propiedad privada, las relaciones sociales de las formas productivas, la mutación del trabajo y cuando la articulación o brecha es cada vez más separada entre la clase política y la sociedad civil.

Así el espacio público es el resultado de las formas en que aparece la propiedad social que va de la propiedad tribal, luego la antigua propiedad comunal y estatal, posteriormente por estamentos o propiedad feudal, hasta el desarrollo de la propiedad privada contemporánea. Sin ese espacio territorial declarado público y aceptado como tal no podía delimitarse lo privado. Emerge a la vez, como el patrimonio de la familia a partir de la producción y reproducción de la vida como factor decisivo de la historia. La legitimación o legalización de la propiedad privada en los asentamientos humanos dejó como espacio público la superficie necesaria para las actividades comunales de circulación, distribución y consumo de la sociedad en las localidades humanas. El uso ilimitado por la población dio el carácter de público y sólo perdía su esencia en determinadas áreas de la ciudad por restricciones de clase social, de índole religioso o discriminación de raza. Al espacio público le precede el espacio comunal primitivo que en esencia comprendía también lo público.

El cambio político y social que aparece en el lugar y que configura el ambiente sociourbano lleva más de tres décadas, pero tiene como antecedente significativo el papel que representó el histórico 18 de marzo de 1938 que mantiene con vida inexorable al Centro Histórico, como sucede con el comportamiento del ambiente de la naturaleza, del pensamiento y de la sociedad. Ese cambio expresa la existencia de la naturaleza humana en el ámbito urbano-arquitectónico del Centro Histórico de una sociedad que a la vez transformó la naturaleza de donde procede y tiene su existencia.

La propiedad privada se materializa con las formas de producir y con ello la organización elemental y distribución social del territorio. Se inicia en la prehistoria de la sociedad y aparece cuando se delimitan las primeras formas de propiedad precapitalista, en la que destaca en seguida la propiedad privada. Otras formas de propiedad de índole colectiva también precedieron a la propiedad privada, tal como fueron las formaciones precapitalistas desde Asia hasta América, sobre todo en los modos de producir la tierra.

Con el urbanismo se parcela la ciudad y distribuye la vivienda y las áreas de trabajo, de circulación y de esparcimiento, pero no revela la esencia de la división del trabajo, del capital y de este y la tierra, de los que surge la ciudad. No muestra ni explica la relación de beneficio del capital y el trabajo, específicamente el salario, pues acepta el soporte de la inversión del capitalista. Tampoco esclarece el proceso de competencia que se da en las formas productivas, de circulación y consumo, tanto en la ciudad como en su entorno regional, consideradas en todo caso como fenómenos externos. Ese ambiente social y económico, aparentemente externo y casual, que son manifestaciones del desarrollo necesario, son hechos que el urbanismo poco o nada expresa.

El urbanismo, luego y en rigor como conceptúa la ciudad, surge de la propiedad privada, pero no la interpreta. El ambiente sociourbano tiene el similar origen, pero lo expresa con limitaciones, abstracciones y generalidades del proceso material de la propiedad privada. El origen y destino de la vivienda al trabajo de la población aparece como hechos ocasionales en el ámbito de la disciplina tutelar de la ciudad y las metrópolis. Cuando más, el urbanismo describe las especulaciones de la renta del suelo urbano, la vivienda y los edificios dedicados a los servicios del comercio o del mismo proceso productivo de la ciudad.

El urbanismo como unidisciplina del conocimiento a la fecha, no expresa ni comprende el movimiento real de las clases y sectores sociales, de la sociedad civil y la política, de los monopolios y la libre competencia, del papel en la historia que tiene la propiedad privada en el ordenamiento del territorio y lo que han llamado en titular «la muerte de la ciudad», de sus espacios públicos y la seguridad de sus habitantes. Menos todavía en los problemas del empleo, subempleo, movimientos sociales de origen urbano o regional.

Comprender el enlace de la propiedad privada con la pública, del proceso productivo de acumulación de capital, que lanza a la calle al hombre convertido en desecho del sistema, es una tarea que habrá de exponerse si se quiere entrar en alternativas que reviva la ciudad y el campo.

El quehacer de la sociedad civil es arduo y más si su organización es limitada en los espacios públicos que le pertenecen y del que ya iniciaron su ocupación más allá del uso abierto hasta hoy existente. Entre más aparece el espacio público restringido por la actividad comercial y demás servicios, más crece el espacio libre tomado por el desempleo en las aceras y calles de gran circulación peatonal.

La reflexión crítica que se pretende con el análisis, el estudio, la investigación crítica, procura mostrar lo que no es evidente, que el carácter del espacio público patrimonial del Centro Histórico de la ciudad de México surge a partir del ambiente sociourbano durante el último tercio del siglo XX y lo que va del presente. Se interpreta también la transformación notable en el entorno patrimonial histórico realizada, debido a la participación de la incipiente sociedad civil, exponente activo del ambiente sociourbano, al darle vida renovada al sitio histórico urbano-arquitectónico más allá de la que proporciona la actividad terciaria de la economía en el lugar y del sector social que ahí se aloja. Así mismo, como se mencionó, el espacio público patrimonial histórico, escenario de identidad nacional, ha propiciado la consolidación de la vida cívica contestataria que aparece en el marco de las crisis económica, social y política en las últimas décadas.

La habitabilidad ciudadana del lugar es signada por la vivienda, el trabajo, fundamentalmente en el sector terciario de la economía, pero con mayor rigor la determina y la caracteriza la vida política, la actividad social y la cultural que predomina en el centro urbano metropolitano.

El ambiente sociourbano en el espacio público patrimonial del Centro Histórico, que surgió de las crisis económicas, políticas y sociales, ha ido condicionando el carácter de ciudadano distinto al que forman los demás espacios públicos de la ciudad.  Los valores culturales e históricos de identidad nacional ahí depositados por la sociedad en los sitios o centros históricos, han matizado la vida cívica de los últimos tiempos y a una sociedad civil en ascenso; se construye luego al ciudadano y el ambiente sociourbano en paralelo. La ciudadanía que se logra en cualquier lugar de la ciudad no es la misma a la que florece donde está depositada el patrimonio histórico, cultural y de identidad nacional. Por otro lado, el área urbana sin vida cívica o escasa actividad política y social o en proceso de formación, es el diferencial ciudadano en suspenso de la urbe que retrasa el desarrollo de la ciudad y sus habitantes.

El cambio político y social que aparece en el lugar y que configura el ambiente sociourbano lleva más de tres décadas, pero tiene como antecedente significativo el papel que representó el histórico 18 de marzo de 1938 y mantiene con vida inexorable al Centro Histórico, como sucede con el comportamiento del ambiente de la naturaleza, del pensamiento y de la sociedad. Ese cambio expresa la existencia de la naturaleza humana en el ámbito urbano-arquitectónico del Centro Histórico de una sociedad que a la vez transformó la naturaleza de donde procede y tiene su existencia.


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