Silvia Esther Decanini Terán
Basta con la experiencia de vivir, para sentir con asombro que para descubrir este mundo diverso, solo es necesario que cada quien logre vislumbrar la luz sobre las trayectorias vitales y profesionales ligadas a los intereses siempre presentes de la gente.
Alfonso Ramírez Ponce no es gente común, no es sólo arquitecto, ha sido creador y maestro, músico, poeta, hermano y sobre todo amigo. Para cada persona que ha tenido la suerte de conocerlo, en los momentos de fugacidad de la vida sentimos que estamos presentes y reservados en la importancia de su obra, pues tal personaje ha estado siempre cerca de nosotros y nos ha enseñado parte de lo que sabemos.
Hay algo que recuerdo cuando estuve trabajando con el maestro Gran Jefe Pluma Blanca, como le decíamos entonces y aún ahora, le gustaba dibujar una rosa con un tallo largo en el margen de las tarjetas, hojas y paginas de diversos cuadernos, la razón de esto es una de las cosas que nunca le pregunte ¿por qué..?
Quizá, la rosa, flor de contraste que por su hermosura cabal se diría alcanza la mayor permanencia, ya que por su presencia en el pensamiento, se lleva con ella la propia perfección no obstante su pronto marchitamiento. Así nos llevamos en la mente a la rosa, en sus momentos de máxima belleza, donde se siente que le están reservadas su duración y trascendencia, al igual que a todos los humanos, y como su vida y su arquitectura, que tiene un tiempo breve de vigencia.