De la construcción de Tenochtitlan, parte 2: La habilitación del lugar para hacerlo habitable.

Gerardo G. Sánchez Ruiz

Como todo grupo humano, hubo que organizarse social, política y territorialmente, en ese proceso un dirigente, quien fue decidiendo la manera de conducirse fue el soberano, el gran tlatoani,[1] el representante de la divinidad junto con sus consejeros y dignatarios; por tanto, establecieron las normas y formas de organización, por extensión, el carácter que adoptaría la ciudad al asignar suelo a instituciones como templos o escuelas y a súbditos. En esa forma de organización territorial, algo fue importante el calpulli una organización social que traían estos nómadas.

Dado el carácter religioso de los tenochcas, las primeras edificaciones que levantaron fueron los edificios dedicados a sus dioses aquellos que veneraban las tribus agrupadas en los Calpullis, por supuesto el más importante fue la “morada de Huitzilopoch­tli” el “jefe de los diablos” de acuerdo con las ideas adquiridas por Alvarado Tezozómoc, otros se dedicaron «a los dioses de los «cal­pullis» de «Yopico», de «Tlacochcalco», «Huitznahuac», «Tla­catecpan», «Tzomolco», «Atempan», «Tezcacoac», «Tlamatzin­co», «Molocotitla», «Nonoalco», «Cihuatecpan», «Izquitlan», «Milnahuac», «Coatl Xoxouhcan», «Aticpac»» (Alvarado, 1998: 32), que representaban a los Callpulis.

Esos Calpullis se extendieron en «“Moyotlan» —que ahora se llama San Juan—. en «Teopan» —que ahora se llama San Pablo—, en «Tzacualco» —que ahora se llama San Sebastián—, y en «Cuepopan» » —que ahora se llama Santa María la Redonda—» (Alvarado, 1998: 74-75). Estos Calpullis al extenderse en la ciudad, matizaron partes del territorio, al agrupar familias en ocasiones del mismo origen, desarrollando una vida con un determinado carácter ancestral, social, político, productivo, religioso y militar, consecuentemente esas porciones en conjunto fijaron el carácter territorial de Tenochtitlan.

Con una organización social y política en construcción, habría que imaginar los esfuerzos desplegados para levantar esos adoratorios, sus viviendas y los espacios para comunicar a esos y con otros lugares, consolidando tierra firme posibilitando el ensanchamiento. En ese proceso hubo de controlar desbordamientos de los lagos, situación poco sencilla en tanto la tecnología hidráulica y constructiva con la que se contaba era por demás elemental y el frecuente aumento del nivel de aguas avasallaban a la ciudad tal como lo señalan las crónicas de la época; esas condiciones seguramente no fueron fáciles de sortear si además se suman los efectos de los frecuentes sismos en edificaciones levantadas en un suelo blando.

Así, entre esas condiciones fue conformándose la ciudad, condiciones que también determinaron los problemas que ésta afrontaría al paso de los siglos, parte de ese proceso de edificación fue hipotetizado por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo de la siguiente manera:

La historia nos refiere que en medio de este lago, al pie de las serranías de las Cruces y de Guadalupe, la raza azteca elevó su templo sobre un islote y fundó su Capital, la Gran Tenoxtitlan, más tarde Ciudad de México. Cabañas flotantes o sentadas en un suelo traído de las riberas vecinas y agru­padas al derredor del Templo, tal fue la cuna del Gran imperio de Anáhuac (lugar cerca del agua), que pronto exten­dió sus dominios más allá de los límites mismos del Valle. Más pronto hubo que defender la ciudad naciente contra el flujo de las aguas sobre que se fundó. Se construyeron diques y calzadas en el contorno, para moderar el ímpetu de las corrientes principales, y multitud de bordos y diques menores «formando verdaderos pólderes, al estilo de los holandeses, y mediante los cuales se extendía también el suelo firme de la Capital (Quevedo, 1889).

El tamaño de la ciudad creado por los tenochcas será siempre una hipótesis tal como se muestran las distintas mediciones e inferencias de diversos autores como Sonia Lombardo, Edward Callnek y otros quienes, a la llegada de los invasores españoles la sitúan entre 10 y 15 kilómetros cuadrados. Indudablemente para alcanzar esas probables dimensiones, se requirió de siguió un particular y esforzado proceso, en tanto como se apunta, hubo de extenderse sobre un espacio ocupado por los lagos y terrenos fangosos, en esa vía pueden destacarse como aspectos fundamentales del proceso:

Primero, un asiento sólido que permitió la construcción de edificaciones lo cual se logró a partir de la construcción de chinampas las que de principio sirvieron para proveer alimentos, y después para generar suelo sólido (ver: López, 1976: 1-46); segundo, la colocación de barreras para evitar inundaciones, en un primero momento muy elementales para después construir estructuras más complejas como fueron los casos de los albarradones de Nezahualcóyotl y de Ahuízotl; tercero: un adecuado sistema hidráulico que incluyó acueductos y canales para proveerse de agua aprovechando por manantiales como los del río Cuautitlán y Chapultepec, y para desalojar aguas pluviales y servidas, y; cuarto, la construcción de grandes calzadas las que se combinaban con embarcaderos para así comunicar al centro de la ciudad con el exterior de ese modo se realizó su ensanchamiento hacia Tacuba, Iztapalapa, el Tepeyac y Coyoacán.  (ver: López, 1976: 1-48).

Por supuesto, el sentido religioso de los tenochcas fue un factor para la orientación de la estructura de la ciudad, al respecto Justino Fernández (1938) señala que los nuevos habitantes del valle en su búsqueda de un espacio que los cobijara dieron forma a la ciudad orientándola de acuerdo con los puntos cardinales, dominando como parte simbólica del asentamiento sus templos, de ahí su descripción:

El núcleo central de la población o centro cívico y religioso, se destacaba del conjunto con su gran Coatepantli o recinto sagrado, en cuyo centro se elevaba el templo de Huitzilopochtli. Rodeaba el recinto por los lados sur y poniente una plaza o espacio abierto sin construcciones, en cuyos límites se encontraban los Palacios de Moctezuma el joven al oriente, el de Axayácatl o casas viejas de Moctezuma al poniente, y el sur las casas de los nobles (Cit. en López, 1976: 1)

Consecuentemente el emplazamiento así dispuesto, condicionó la ulterior orientación de nuevas áreas y edificaciones, destacando en su parte central los señalados barrios de Atzacoalco, Cuepopan, Teopan y Moyotlan, y “fuera de ese núcleo” enteramente lacustre, se emplazaban “algunas poblaciones en tierra como Tlacopan, Azcapotzalco, Chapultepec, Coyoacán Huitzilopochco, Culhuacán, Mexicaltzingo y otras, las cuales se habían convertido en sus satélites” relacionadas por acuerdos políticos en un principio y posteriormente con el dominio de los tenochcas (López, 1976: 1).

Si bien el núcleo central se estructuró para ejercer el poder con templos y edificios administrativos, fueron importantes las partes exteriores como fue el caso de las viviendas situadas en algunas chinampas las cuales contaban con espacios para sembrar dada la posibilidad de regarlos con las aguas de lagos y canales, donde además se ejercitaba la pesca. Respecto a esas viviendas Guliáv (1989), hipotetiza:

La principal unidad de vivienda en Tenochtitlan era un complejo de edificaciones rodeado de un muro o una cerca, que consistía en una serie de locales con entradas aisladas dirigidas al patio interior abierto. Este complejo era ocupado, de costumbre, por una familia grande que incluía de 2 a 6 pequeñas familias de parientes. Cada matrimonio, por lo general ocupaba una edificación de una o 2 habitaciones o un piso en una casa de dos pisos. La más grande de las familias conocidas Hola de este tipo constaba de 6 familias pequeñas, que para la época de la conquista vivían en 6 casas aisladas dentro de una cerca única (Guliáev, 1989: 178).


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