Por M. Alejandro Gaytán Cervantes
-Oye abuelito cuando se acerca la navidad y vamos al centro o a las tiendas, por todos lados aparece Santa Claus y mi mamá nos dice: ¡Eso de Santa Claus es una gringada! ¡La Navidad es otra cosa! Cuéntanos lo que sabes de ello.
-Bueno, les contaré: El gran personaje de donde nace esta leyenda, era verdaderamente extraordinario; desgraciadamente terminaron haciéndolo sólo de gran volumen.
Era la época de Constantino, creador y hacedor de la ciudad de Constantinopla, que gobernaba el extenso imperio Romano en el siglo IV de nuestra era.
En una población de Turquía llamada Patara, una de las familias acomodadas del lugar, tuvo un hijo al que llamaron Nicolás, y casi desde su nacimiento, como sucedía en muchas estirpes acaudaladas, lo dedicaron a la iglesia.
Desde pequeño fue un hombre de sabiduría; a los 30 años fue ordenado obispo de Mira, en la propia Turquía. Entre otros casos la historia cuenta que su piedad lo llevó a dar en secreto parte de su fortuna personal a mujeres solteras, pues si estas no presentaban una dote matrimonial, eran separadas de la sociedad, incluso de sus familias, y por ello podían ser vendidas como esclavas o caer en la prostitución, lo que sucedía muy seguido.
Tenía fama de apoyar a la gente que más lo necesitaba. Se cuenta del plagio de unos infantes, que cuando el secuestrador no obtuvo el rescate, los despedazó y arrojó sus partes a unas vasijas.
Llegó el obispo Nicolás, los llamó por sus nombres y sus cuerpos destrozados se unieron y aparecieron caminando.
El pueblo decía que, con solo solicitarlo con fervor, el obispo Nicolás les otorgaba sus deseos, por eso los marineros acudían a pedirle que garantizara su regreso, sanos y salvos, de sus largas e inciertas travesías, lo que por supuesto, así sucedía.
Al morir, su fama creció en todos lados, pues de su féretro, escurrió un líquido viscoso, que recogieron en vasijas de vidrio y con él, se producían nuevamente los milagros más inauditos. Si se aplicaba a personas enfermas, las sanaba y cuando le pedían otro tipo de deseos, estos eran concedidos.
En 1082, cerca de setecientos años después, en los momentos en que se formaron los dos centros religiosos ya separados, de Roma y Constantinopla, San Nicolás, era ya la tercera advocación más milagrosa. Primero se encontraba Jesús, le seguía la Virgen y en tercer lugar estaba él
La división de la iglesia en católica y ortodoxa, provocó, entre otras cosas, que San Nicolás quedara anclado en tierras ortodoxas. Por eso los marineros del puerto de Bari, Italia, se robaron el cadáver para que continuara siendo reconocido por la iglesia católica romana, ya que si se localizaba fuera de sus dominios no era aceptada su santidad. Aún hoy se le conoce como “San Nicolás de Bari”
Ahí se encuentra hasta la fecha. Su fama durante la edad Media continuó como la tercera imagen más adorada.
Su figura legendaria, larga, de barba y cabellera blancas, se unió a otras leyendas provenientes de distintas mitologías, como el dios Wodan de Germanía, o el de Noruega.
Por otra parte, la tradición de los regalos en Navidad parece que surgió en Francia, donde monjas del siglo XII, daban regalos a los niños, a nombre de San Nicolás, el 6 de diciembre, aniversario de su natalicio; podían ser juguetes o pequeños látigos, como premio o castigo según fuera su comportamiento.
Cuando Martín Lutero creó el protestantismo, prohibió esta costumbre ya que San Nicolás era un santo y él negaba la valía de estos personajes. Por eso estableció la entrega de regalos hecha por el Niño Dios, en la Navidad.
Pasado el tiempo, por diferentes culturas San Nicolás llegó a los Estados Unidos: Papá Navidad, en Inglaterra; Papa Noel, en Francia; Nicola de Bari, en Italia; Sinterklaas, en Holanda
En Nueva York, en 1823, hace menos de doscientos años, Washington Irving, escribió sobre él, dándole el carácter de un personaje cercano a los niños que les traería regalos en la Navidad. Le dieron a su figura un carácter bonachón, en ocasiones parecía un duende o gnomo gordito. Fue hasta principios de este siglo, cuando integraron la imagen noreuropea de que San Nicolás era llevado por un trineo, y a su vez, arrastrado por renos.
La Coca cola tiene el “mérito” de haber hecho la imagen comercial, ya conocida, desde la primera mitad del siglo pasado.
Así, hoy se sabe que las cosas han cambiado profundamente: El famoso San Nicolás, gran hacedor de milagros en el mundo y el tercer símbolo religioso del cristianismo, se ha convertido en Santa Claus, la Primera Imagen Mundial en popularidad, que año con año lo refleja en las ventas.
Como ven, su mamá tenía razón.
¡Eso de Santa Claus si es una gringada!
Celebrar con el niño dios, que nació en un pesebre, es mucho mejor