Por José Víctor Arias Montes
Cómo olvidar los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, si han sido de los más devastadores en el centro, sur y occidente del territorio nacional. A partir de cifras oficiales, se cuantificaron entre 6 mil y 10 mil muertes y más de 50 mil familias que perdieron sus hogares. La información extraoficial ofreció datos mucho más desgarradores de lo sucedido en ese año.
La Ciudad de México vio, por primera vez, emerger una amplia participación autogestiva ante la tardanza del gobierno de Miguel de la Madrid para organizar los trabajos de rescate y ayuda en las zonas más dañadas por esos fenómenos naturales impredecibles.
Sin alarmas sísmicas de por medio, como hoy día, a todos nos tomó por sorpresa. La inmensa mayoría quedó varada en su propia vivienda, escuela, transporte o lugar de trabajo, sin poder moverse. Tuvimos que soportar la zozobra del tiempo que transcurría y que parecía eterno. Muchos emprendimos el regreso de los hijos que ya estaban en sus escuelas y reunirnos con otros vecinos para conocer un poco más de lo que había sucedido.
Los comentarios e informaciones de algunos eran alarmantes, y otros con más precisión sobre ciertas zonas de la ciudad no dejaban lugar a dudas de la gravedad. Unos hablaban de edificios derrumbados y de muchos muertos. Sólo a lo lejos escuchamos el sonido de algunas sirenas de ambulancia y otros que por el acompañamiento de la campana supusimos que eran los de bomberos.
Quizás por la ubicación de nuestra vivienda, alejada de la zona centro de la ciudad, no percibíamos con claridad la magnitud del desastre. Pero en cuanto conseguimos las pilas y sintonizamos la radio nos empezamos a dar cuenta de lo que había sucedido, y aunque todavía no había recuentos detallados las noticias realmente eran pavorosas.
Después de un largo rato, la energía eléctrica se reestableció lo que permitió sintonizar el televisor, aumentando la angustia por las noticias que indicaban una situación trágica. Las primeras imágenes que pudimos observar resultaban también devastadoras: Tlatelolco, Centro Médico, Hospital General, Televisa… Tanto en la radio como en la televisión las recomendaciones se centraron en sugerir que si no se tenía a qué salir no se hiciera, y que no se trasladaran a los lugares de mayores derrumbes para no entorpecer las labores de auxilio.
El mismo 19 por la tarde-noche, los talleres del Autogobierno de la Facultad de Arquitectura de la UNAM decidieron suspender sus actividades académicas y conjuntar diferentes informaciones de la magnitud de la tragedia y que llevó inicialmente a ubicar los lugares que requerían de ayuda inmediata para la búsqueda y rescate de personas que se presumía estuvieran entre los escombros de edificio dañados. La voz se corrió tan rápido que ya para la noche platicábamos cómo distribuirnos en brigadas hacia las zonas dañadas, donde cada una de éstas se conformaba por estudiantes, trabajadores y académicos. La coordinación general del Autogobierno y las coordinaciones de los talleres se convirtieron, desde esos momentos, en algunos de los centros de enlace más importantes de la UNAM desde donde se ofrecía ayuda técnica y humana para asegurar la vivienda o bien para remover escombros y buscar sobrevivientes.

Para el siguiente día, 20 de septiembre, las reuniones en el Autogobierno crecieron en número de participantes y talleres. Nos concentramos en las reuniones del Taller Seis, donde laborábamos, para crear un grupo de apoyo técnico, mismo que decidimos trabajara en la colonia Guerrero pues era ahí donde había mejores condiciones por los trabajos que con anterioridad se realizaron en diferentes vecindades. Se hizo un plano, se ubicaron los lugares y se organizaron los equipos para trabajar en los sitios que por información de los propios vecinos eran los más afectados. La coordinación general del Autogobierno concentró tanto la información de solicitudes de colaboración como las donaciones, principalmente de herramientas, para realizar trabajos de remoción de escombros distribuyéndolas a los diferentes equipos en los talleres.

El resto de talleres autogobiernistas se organizaron de igual manera, entregándose a las labores que cada sitio exigió en esos dramáticos días. La autogestión académica se sumaba así, sin diferencia alguna, a la autogestión vecinal de la Ciudad de México ante la ausencia de la organización gubernamental que había quedado muda, paralizada y sin respuesta inmediata.
Ello sirvió para que el Autogobierno de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, una expresión académica autogestiva surgida en abril de 1972 mostrara, en los trabajos desarrollados en distintas colonias de la Ciudad de México, que sí es posible el trabajo autogestivo amplio en labores de rescate, organización vecinal y proyectos participativos de gran envergadura, sin quedar sujetos a los lentos designios burocráticos de la autoridad.

Fotografías: Entrega de proyectos en la colonia Guerrero de la Ciudad de México. Asesores: Víctor Arias, Octavio Barreda, Beatriz Sánchez y Bruna Anzures.
De algunos de estos trabajos autogobiernistas quedó constancia en el programa de Renovación Habitacional Popular, creado en mayo de 1986, y que financiara proyectos de vivienda por distintos rumbos de la ciudad. Para el caso, la Universidad Autónoma Metropolitana-X y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, editaron dos años después el libro Alternativas de vivienda en barrios populares donde quedaron registrados esos trabajos y los de otras organizaciones profesionales y académicas. También quedó registro en la revista número 6 de Diseño UAM, de septiembre de 1987.[1]
[1] Puede verse en: https://fa.unam.mx/editorial/wordpress/wp-content/Files/raices/RD09/revistas/uam_06.pdf
De algunos de estos trabajos autogobiernistas quedó constancia en el programa de Renovación Habitacional Popular, creado en mayo de 1986, y que financiara proyectos de vivienda por distintos rumbos de la ciudad. Para el caso, la Universidad Autónoma Metropolitana-X y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, editaron dos años después el libro Alternativas de vivienda en barrios populares donde quedaron registrados esos trabajos y los de otras organizaciones profesionales y académicas. También quedó registro en la revista número 6 de Diseño UAM, de septiembre de 1987.La autogestión exige compromiso, y los autogobiernistas asumieron, en 1985, esa responsabilidad. A tod@s l@s participantes nuestro infinito reconocimiento.

“Reconocimiento Nacional 19 de septiembre” al Autogobierno de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, otorgado por el Gobierno de la República. Febrero de 1986. Lámina en la exposición conmemorativa de los 40 años del Autogobierno. Fotografía: Víctor Arias
Excelente y muy oportuno recuerdo Victor
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