Gerardo G. Sánchez Ruiz.
Ahora que se mencionan fallas en la estructura de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, conviene recordar algunos pasajes históricos de la manera en que la capital del país se fue desarrollando y entender por ejemplo, por qué los sismos afectan ciertas partes de ésta con mayor intensidad o por qué vemos edificios con una cierta inclinación o de plano con fallas, donde por supuesto no sólo son las condiciones del suelo sino se conjugan otros determinantes.
Algo de historia. Había que imaginarse el panorama brindado por el sistema de lagos y la serie de montañas que bordeaban al Valle de México, resultado de la naturaleza y la serie de pueblos desplegados en tierra firme como eran los casos de los señoríos de Xaltocan, Tenayuca, Azcapotzalco, Culhuacán, Xochimilco, Xico y Acolhuacan, señoríos a los que en su peregrinar se unieron los aztecas para formar otro asentamiento, quienes disputarían ese bello pero problemático territorio.
Debe reflexionarse que, para poder establecer un asentamiento en el Valle, dadas las condiciones del lugar y lo poco desarrollados sistemas constructivos de la época, los nuevos habitantes hubieron de desplegar la inventiva y desarrollar tecnologías que permitieran ganarle espacio a las aguas de los lagos; lo anterior aunado, al aprovechamiento de su carácter guerrero con lo que se hicieron de parte de la mano de obra requerida para erigir la ciudad y extender la ciudad sobre agua y pantanos.

El Valle de México a mediados del siglo XVI.[1]
[1] Luis Espinosa, “Descripción oro-hidrográfica y geológica del Valle de México” en Junta Directiva de las Obras del Desagüe del Valle de México. Memoria histórica. técnica y administrativa de las obras del desagüe del Valle de México 1449-1900, volumen I, Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, México, 1902.
Y hubo que construir por ejemplo importantes diques para proteger a la ciudad de las crecidas de agua, delimitando zonas y regular niveles de aquella. Francisco de Garay (1888) sostiene que desde que se inició el asentamiento, los tenochcas “comenzaron a construir diques y calzadas para moderar el flujo de las aguas de los lagos y de los ríos en el contorno, de la capital”. Las primeras fueron la de Tlacopan o Tacuba, Nonoalco y Chapultepec, las cuales se construyeron cuando los acolhuas de Azcapotzalco ejercían el poder sobre los tenochcas, siguiéndoles las “de Tepeyac y de San Antonio Abad (Coyoacán), y multitud de bordos y diques menores que de seguro subdividían los vasos, formando verdaderos polders al estilo de los holandeses”.[2]
[2] Francisco De Garay, El Valle de México, Oficina Tip. De la Secretaría de Fomento, México, 1888, p. 13.
No obstante una de las obras más importantes emprendidas por los tenochcas, fue la del Albarradón de Nezahualcóyotl, González (1902) rescatando a Fr. Juan de Torquemada, señala que Moctezuma posterior a una gran inundación, solicitó ayuda al Rey de Texcoco sabedor de su “mucha razón y buena inventiva”, para que “acudiese a dar alguna traza para que la Ciudad no se acabase de anegar, porque ya estaban arruinados y caídos muchos de sus edificios”, y que en efecto, Netzahualcóyotl acudió al llamado proponiendo “hacer una cerca de madera y piedra, que detuviese la fuerza de las aguas, para que no llegasen á la Ciudad, y aunque pareció caso dificultoso, […] húbose de tomar el consejo, y poner en ejecución la cerca”.[3]
[3] Luis González Obregón, “Reseña histórica del desagüe del Valle de México” en Junta Directiva de las Obras… Op. Cit., p. 38.
Para concretar la obra, se pidió ayuda a Tototihuatzin, señor de Tlacopan; á Xilomatzin, señor de Culhuacan, á Cuitlahuatzin, señor de Itztapalapan, y á Chimalpopoca, señor de Tenayucan”, con lo que se inició “la construcción de la albarrada”. El mismo de Garay señalaba que el dique “partía de Atzacoalco al Norte, se dirigía en línea recta al Sur hasta Iztapalapa al pie del cerro llamado de la Estrella, de Garay aparte de resaltar las características de la obra, hizo una semblanza de la manera de cómo quedaron divididos los lagos junto a efectos en el valle, mismos que marcarían el desarrollo de la ciudad a través de los tiempos, al señalar:
Esta obra admirable, construida de piedra y barro y coronada de un fuerte muro de mampostería, se hallaba defendida por ambos lados, por una fuerte estacada que rompía las olas y tenía una extensión de 16 kilómetros. Mediante ella el gran lago quedó dividido en dos partes, la mayor al Oriente, tomó el nombre de lago de Texcoco, por hallarse esa Ciudad en su margen; la menor al Poniente se llamó lago de México, por tener á la Capital envuelta en sus aguas por todos lados. Pero de esta combinación resultó para México un conjunto de bienes inapreciables […] como los lagos de agua dulce del Sur vertían su excedente sobre el lago de México por el estrecho de Culhuacan y Mexicaltzingo, esas aguas se extendían en el lago Occidental o de México, y lo llenaban por completo, separadas del lago salado por el gran dique de Netzahualcóyotl. De este modo el vaso de agua dulce se convirtió en vivero de pescados y en nido de toda clase de aves acuáticas. Las chinampas cubrieron su superficie, separadas por “espejos” que podían surcar canoas ligeras, y todos los barrios de la encantadora capital eran vergeles floridos.[4]
[4] Francisco De Garay, El Valle de México, Op. Cit., pp.13-14.
El Albarradón “se ejecutó por el año de 1450”, siendo la principal mano de obra utilizada la de “20,000 texcocanos, aunque es una realidad que dada la primacías ejercida por los tenochcas en la región, seguramente recibió trabajadores de otros pueblos. Habrá que imaginarse la manera de controlar las aguas, y los esfuerzos que tenían que desplegarse, de acuerdo a de Garay las compuertas “permanecían abiertas durante la estación de seca, y entonces las aguas dulces vertiente libremente en el lago de Texcoco. Cuando las aguas saladas crecían hasta superar las interiores al dique […] entonces se cerraban las compuertas, y los lagos quedaban aislados el uno del otro”.[5]
[5] Ibid, p. 14.
A la construcción del Albarradón, deben agregársele otras obras para controlar las aguas de los lagos, como los diques y compuertas habilitadas para impedir la llegada tumultuosa “de las aguas del Sur en Mexicaltzinco y en Tláhuac” para lo cual la época registra la división del “lago de esta región en dos, conocidos con los nombres de Chalco y Xochimilco”.[6]
[6] Luis González Obregón, “Reseña histórica del desagüe del Valle de México” en Junta Directiva de las Obras… Op. Cit., p. 40.
En este punto, hay que situarse en la época para entender los problemas afrontados por los constructores para concretar obras de tal magnitud, González Obregón, apunta que el Albarradón de Netzahualcóyotl tuvo “el mérito de las dificultades que hubo que superar para su construcción, pues los indios texcocanos, tuvieron que hacerlo dentro del agua, y en muchos lugares á profundidad grande”. De igual modo había que imaginarse los rudimentarias métodos y técnicas utilizados para generar estructuras que resistieran los embates del agua y, paso a paso poder concretarlas.
Por supuesto, el análisis de problemas y la visión respecto a su posible tratamiento le otorgaron a la ciudad una cierta protección de ahí la expresión de González: “La gran Tenochtitlán, dominando todo con su poder que cada día aumentaba más, llegó a enseñorearse de los lagos, como lo había hecho con los señoríos, y tranquila gozó de las ventajas que le proporcionaban las obras hasta allí ejecutadas para conjurar el peligro de las inundaciones”.[7]
[7] Ibid, pp. 40-41.
Lastimeramente, esas obras con “la imprudencia del rey Ahuitzotl”, quien, en su intención de dotar de un mayor volumen de agua a la ciudad, ordenó la construcción de un dique para traer agua de manantiales del área de Coyoacán, lo que a pocas semanas de abierto, provocó la inundación de 1489 misma que afecto a la ciudad en casas y templos al grado de tener que reconstruirla por supuesto en gran parte con la mano de obra proporcionada por pueblos bajo dominio de los tenochcas.
De acuerdo con de Garay, el Albarradón de Netzahualcóyotl fue apoyado “con los primeros diques de San Cristóbal Ecatepec y el de Zumpango, para templar en sus compuertas las avenidas del Norte, dividiendo las ciénegas del Valle en varios vasos”. Sin duda como sostiene el mismo de Garay, el Albarradón y los otros diques dieron paso a caminos y posteriormente a algunas avenidas que definieron zonas de la ciudad.
De igual forma se pueden entender, las condiciones en que se desarrolló la ciudad de México en años posteriores como efecto de esas obras, donde destacan las chinampas que dominaban los rededores del pueblo de Iztacalco y las que aún existen en Xochimilco, mismas que en su momento fueron grandes productores de flores y de vegetales. Y segundo, la existencia de zonas salitrosas y proclives a los hundimientos en grandes zonas de la ciudad, y en mayor medida en el oriente y nororiente de la ciudad, donde ahora se sitúan municipios como Nezahualcóyotl, Ecatepec y las alcaldía Venustiano Carranza y Tlahuac, donde actualmente en particular los asentamientos populares dominan y, los cuales han sido y son afectados por los cambios sucedidos siglos atrás.
Ante esa parte de la historia de la ciudad, no se puede negar la negligencia que puede existir en la construcción de cualquier obra, sean casas, edificios, puentes, vías del metro, túneles, etcétera; pero se tiene que considerar que los edificios al erigirse se calculan considerando situaciones del momento; pero pueden variar sus comportamientos por otros factores como el sometimiento a usos distintos para los cuales fueron calculados, el cambio en la consistencia del suelo ante extracción de agua, falta de mantenimiento minando su estructura, anexión de otros edificios motivando otro comportamiento en éstos, etcétera.

Edificio con fallas en la colonia Roma. Gerardo G. Sánchez, 2021.
Aquí lo negativo del asunto como como en los casos de la Línea 12 del Metro y ahora la Terminal 2, es que en lugar de que dominen criterios ingenieriles, predomina el manejo político por parte del gobierno, el que casi por acuerdo o decreto, dictamina el origen de las fallas.