Alfonso Ramírez Ponce
Carmen era una ciudadana ateniense interesada en todos los temas de comunicación, por esta razón decidió buscar al Maestro Sócrates. Lo encontró, como ustedes supondrán, deambulando en las calles de Atenas. De inmediato, le dijo: “Maestro, quiero contarle algo sobre uno de sus amigos”.
Sócrates la miró a los ojos por un instante y le dijo: “me parece muy bien, pero antes quiero hacerte unas preguntas. La primera: ¿Sabes si es verdad lo que me vas a contar?”.
Carmen titubeó un poco y, como persona honesta que es, contestó: “No lo sé. A mí me lo contaron”.
Sócrates respondió: “¿Puedes decirme quién te lo contó?”.
Carmen contestó: “Me lo dijo Claudio Meleto”.
“¡Cómo!”, exclamó Sócrates. “Él es mi peor enemigo. Entonces me quieres contar algo que no sabes si es verdad y que te contó mi peor enemigo. Te haré la siguiente pregunta: ¿Lo que me vas a contar es bueno para mi amigo?”.
Carmen ahora no dudó y contestó: “No, no es nada bueno”.
Sócrates dijo: “Bueno. No sabes si es verdad lo que me vas a decir, pero sí sabes que no es bueno para mi discípulo. Te hago la última pregunta: ¿Es de utilidad para mí lo que me vas a contar?”.
Carmen contestó: “No creo que lo sea”.
Sócrates añadió: “Entonces, en resumen, no sabes si es verdad lo que me vas a decir, te lo contó mi peor enemigo, sabes que no es bueno para mi amigo y sabes que no es de utilidad para mí. Entonces, ¿para qué querría yo saber lo que me quieres contar?”.
La reacción de Carmen fue inesperada porque, desairada, se dirigió al ágora y empezó a contarle a todo aquél que la quiso oír lo que Sócrates no quiso.
Conclusión: la mejor será la de los lectores, pero este diálogo termina con una frase de Ignacio Ramírez El Nigromante que, en uno de sus libros de texto, hacía la siguiente pregunta a los alumnos: “¿le gustaría a usted que le contaran mentiras?”.