Rubén Cantú Chapa
En el Centro Histórico, como espacio público de enlace y relaciones sociales de los diversos sectores de la población, se expresan con singular importancia las formas de comunicación y el vigor de las inquietudes sociales, culturales, económicas, políticas y científicas, así como las demandas más sentidas de la sociedad. Bien se ejerce el poder social como respuesta ante la coacción de las instancias del Estado o por el poder que surge de las demandas de la sociedad civil, particularmente en los periodos de grandes dificultades en la articulación de la economía con la existencia social o política en la ciudad, región o país. Los sucesos de las últimas décadas muestran el ambiente contestatario y protagónico del espacio público patrimonial y de comunicación ante el reducido o el nulo acceso de los sectores y clases sociales a los medios de difusión de masas, electrónicos, de la radio y la televisión o medios escritos en los que necesitan expresar las demandas sociales surgidas de las crisis económicas y políticas, como reclamos legítimos por el derecho a la ciudad.
La calle, la plaza, el parque no sólo son los lugares de encuentro ciudadano o relaciones con los poderes vecinales, los administrativos locales o las áreas políticas de los diversos niveles, son también espacios públicos de comunicación y poder de la sociedad, en tanto se ejerza la ciudadanía (en correspondencia a la naturaleza y significado de ciudad) y se realice la política (como origen de las polis) en esos distintos sitios de encomienda existentes en la ciudad.
Por el otro lado, no menos importante, la ciudad de México se caracteriza por el reto que representa el que en ella se concentre y hegemonice la gestión y el poder político y administrativo de todo el país, al centralizar las políticas públicas y las normatividades de los medios de comunicación, públicos y privados, tanto como las vastas inversiones en la capital del país sin que participe un porcentaje mayor por quienes habitan el Área Metropolitana de la ciudad de México. A esas formas de comunicación de los diversos medios de información, estrechamente relacionados con los poderes económicos y políticos de quienes les difunden la ideología dominante, les surge su contrario, el surgimiento del movimiento social bajo el programa de la Cuarta Transformación en proceso de desterrar el neoliberalismo de las últimas tres décadas. Esto es, a través de los medios de comunicación que emergen del espacio público con ciudadanos que se ocupan por las demandas de los sectores y redes sociales que se manifiestan públicamente.
La plaza pública, dimensión material de la crisis del Estado
Una de las dimensiones materiales de la crisis del Estado es la que se expresa socialmente en el ambiente del espacio público urbano-arquitectónico de la ciudad, particularmente en el Centro Histórico o los centros cívicos. Desde el último tercio del siglo xx y lo que va del presente siglo xxi, la crisis del Estado en la ciudad de México se ha manifestado de singular manera en el Centro Histórico. Es también la dimensión espacial de la naturaleza humana, a otra escala, y con ello una crisis en los diversos niveles ya bien nacionales, o globales.
La expresión de la crisis agravada del Estado se da en el espacio público patrimonial histórico metropolitano del Valle de México, esto es el Centro Histórico, y se manifiesta a partir del último tercio del siglo XX próximo pasado, en el contexto material del sistema complejo ambiental sociourbano de amplio significado y patrimonio social. En ese periodo de tiempo se ha caracterizado por ser el espacio público urbano actor y escenario de las demandas sociales más sentidas, tanto de la metrópoli capital del país como de las diversas entidades federativas y de la nación. Se muestran en paralelo al desempleo y el subempleo del comercio informal, relacionadas con las políticas públicas y sus impactos en la entidad del Distrito Federal. Ahí, en el Centro Histórico, se ejerce el uso público de la razón y la legitimidad de los movimientos sociales, así como la crítica al orden establecido desde los espacios patrimoniales históricos culturales, esto es, como la mayor expresión del ambiente sociourbano del lugar y la correspondiente contraparte al deterioro citadino que trajo consigo el neoliberalismo del sistema mundial.
No es de olvidar por su trascendencia que, el primero en la historia que registró el concepto de “espacio público” fue Aristóteles y lo consideró como el lugar político. Ahí la sociedad se reunía para evaluar iniciativas sobre la ciudad donde vivían y tomar las decisiones necesarias en relación con las formas de vida[1]. La trascendencia de su evolución fue determinada por la connotación social de los hechos presentados en el sitio, que, como espacio histórico, también construye la historia por cada acto de trascendencia social ocurrido en el lugar. En lo cultural, político, económico y social, se inicia la consideración del espacio público como objeto y sujeto histórico, y posteriormente preconcebido como libro urbano arquitectónico escrito de manera insobornable, como diría el poeta Octavio Paz al finalizar el siglo XX.
[1] http://www.unalmed.edu.co/~paisaje/doc4/concep.htm, revisado el 22 abril 2011
El ambiente ciudadano en el espacio público
El lugar de la ciudad de gran actividad y ambiente ciudadano de reivindicaciones sociales en los periodos de crisis económicas es el espacio público patrimonial urbano-arquitectónico, abierto o cerrado. Las plazas, particularmente el Centro Histórico o centros cívicos, o las propias calles, son los sitios de grandes expresiones políticas y de manifestaciones de los sectores y clases sociales. Ahí fluyen las grandes inquietudes y movilizaciones de la población derivados de los problemas de la economía, la crisis política y los problemas de seguridad pública; esto es, donde se exhiben las convicciones urbanas y regionales con la esperanza de una vida mejor.
Los espacios públicos de la ciudad son donde la sociedad, golpeada por la crisis, pugna por una existencia citadina digna con muestras de identidad urbana, a pesar de ser territorios de vastos riesgos en los últimos tiempos; el incremento de la descomposición social que el sistema no ha podido resolver lleva a la inseguridad citadina de manera latente. Si bien son lugares de demandas también lo son de temores. Ahí se expresan los propósitos colectivos e individuales mediante los movimientos sociales y lo convierten en espacios protagónicos de los problemas sociales y foro de reivindicaciones ciudadanas, a pesar de las épocas de crisis sociales y el incrementa de la inseguridad pública.
Surge luego el ambiente ciudadano en sus más variadas expresiones mediante las marchas de los sectores y clases sociales por los espacios públicos abiertos de la ciudad[2]. Hacen de esos espacios públicos lugares de reivindicaciones económicas, sociales y de educación, sucesos que acontecen desde el último tercio del siglo pasado a la fecha en la ciudad de México. Paralelo al fenómeno social surgido de la crisis, en esos espacios de la ciudad de gran afluencia peatonal, se instalan los desempleados y subempleados como vendedores ambulantes, para subsistir ante la carestía de la vida.
[2] Con los informes de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal, en el periódico La Jornada apareció el día 11 de febrero de 2008 la siguiente noticia: “Más de 12 millones de personas se manifestaron en el DF durante 2007”. Realizaron 2 mil 932 movilizaciones: 892 fueron de ámbito local, mil 582, federal, y 458 de otro tipo. (8.03 movilizaciones diarias).
En el año,2009, se realizaron 3 mil 268 movilizaciones, 69 más que en 2008, reporta el Gobierno del DF (8.95 promedio diarias) (http://www.jornada.unam.mx/2009/12/31/index.php?section=capital &article=022n2cap)
La nota completa que da la periodista Bertha Teresa Ramírez en dicho diario fue como sigue: “Durante 2007, cerca de 12.5 millones de personas realizaron dos mil 932 movilizaciones sociales en la vía pública para expresar sus demandas, quejas o inconformidades con acciones gubernamentales, entre las que destacan la dotación de energía eléctrica, educación, demandas laborales, políticas, agrarias, jurídicas, de salud y de transporte, revela el más reciente informe sobre marchas en la capital del país de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal.
“Con base en el informe anual de movilizaciones, de enero a diciembre de 2007, se reportaron 892 expresiones en la vía pública con demandas de tipo local, a las que asistieron 150 mil 322 personas; en tanto que las federales sumaron mil 582 movilizaciones y asistieron 882 mil 525 personas; en cuanto a otros eventos, donde se encuentran actividades deportivas, religiosas y culturales, éstas su- maron 458 y acudieron 11 millones 316 mil 724 personas, detalló la dependencia.
“Respecto a las movilizaciones que hubo en el primer mes de 2008, se registraron 194, las cuales se dividieron en 91 concentraciones, 18 marchas, 5 mítines, 10 plantones, 48 bloqueos viales, 10 blo- queos de acceso a instalaciones y 12 caravanas”. (http://www.jornada.unam.mx/2008/02/11/index.ph p?section=capital&article=038n1cap)
La crisis que abarca todos los aspectos de vida de la ciudad incluye los relacionados con la educación en todos los niveles académicos.[3] La toma de las calles y avenidas por los estudiantes de los grados medios y superiores rechazados para continuar los estudios ante la falta de espacios educativos llama la atención, porque buscan en la educación la posibilidad de una vida mejor, mediante el estudio primero y el trabajo después. Antes se manifestaban en las propias unidades académicas o en los centros de trabajo, luego por las calles para terminar las marchas en el Zócalo del Centro Histórico de la ciudad de México; y ahí denunciaban la incapacidad de la administración pública para resolver los problemas económicos, educativos y políticos. La crisis económica no sólo es la mutación del trabajo y el surgimiento del “hombre superfluo” que la competencia y la gran industria de vasta sobreproducción de artículos y medios de consumo envían a las calles a la mercancía de la fuerza de trabajo; también sucede con quienes pretenden prepararse profesionalmente para ingresar al mercado de trabajo ahora sobresaturado paradójicamente con el aumento de las necesidades sociales no satisfechas. Aparece también el hombre de estudios “superfluo” similar al que despide la industria.
[3] El problema educativo relacionado con el trabajo, la seguridad o la guerra allende las fronteras se ha expresado no hace mucho en Francia, España, Chile y en México en las últimas décadas.
Cuando no son las huelgas en las fábricas las que paralizan los espacios urbanos de trabajo de la ciudad, son el cierre definitivo de empresas las que se extiende a las calles y demás espacios públicos para expresar las protestas ante el desempleo o subempleo en aumento. Los desempleados dedicados luego al comercio ambulante en las aceras y calles exhiben el fracaso de la industrialización como generadora de trabajo para dar paso a una robotización y automatización des empleadora. Cuán profunda muestra ser la crisis del sistema y el modelo de desarrollo, que no logran los gobernantes reconocer la inoperancia de los equívocos instituidos en leyes y reglamentos, ni observan el desastre a que han llevado al país en más de dos décadas al aplicar un proyecto de nación dirigido al exterior y descuidar las relaciones sociales de producción al interior del país.
Diversos sectores sociales muestran la forma y uso del espacio público urbano y el ambiente en las condiciones de vida de los habitantes de la ciudad como los heterogéneos niveles de participación o exclusión ciudadana. Expresa la falta de oportunidades que el sistema niega y la incapacidad de éste para generar o propiciar el empleo que demanda la sociedad en crisis. Es el espacio público patrimonial histórico el lugar del ambiente de crisis por un lado y por el otro la necesaria lucha social por mejorar las condiciones de existencia y la esperanza de una vida digna. Ese espacio público es el espejo cotidiano de la crisis del trabajo, pero también del capital y de la ciudad de México y el reflejo de las condiciones de existencia de sus habitantes con problemas como del resto de la república en creciente descomposición social, particularmente en el norte del país.
En el último tercio de siglo XX y la primera década del presente siglo XXI el Centro Histórico acrecentó su esencia y naturaleza con el surgimiento del ambiente[4] sociourbano en el área objeto de estudio, que, a la vez resultó del ingreso de nuestro país en el proceso de globalización y en el que ahora ahí, el Centro Histórico, protagoniza[5] los problemas nacionales más agudos. Brota ese ambiente sociourbano, territorio- sociedad, pero también surge la actividad y la movilización social en el sitio histórico donde se continúa escribiendo la historia en el contexto de las referencias urbano- arquitectónico de identidad nacional, como lo muestra el surgimiento del movimiento de la Cuarta Transformación en proceso.
[4] Los problemas ambientales cubren una gama de aspectos que van desde la contaminación de la atmósfera (por el uso de combustibles fósiles) o del agua, en ríos y mares, así como, por los desechos
de la industria o la ausencia de tratamiento de las aguas de drenaje de las localidades por un lado, y por el otro, el deterioro de la vida urbana, bien del medio físico urbano-habitacional y las condiciones de vida regional, o el ambiente que surge de los problemas de la economía, la política, social y cultural de la ciudad o la metrópoli. Así como la industrialización ha devastado la naturaleza del planeta, también lo hizo con la otra naturaleza, la naturaleza humana, resultado de las formas de acumulación del sistema. Es luego, el ambiente sociourbano, uno de los conceptos clave o categoría de análisis, el que orienta la investigación.
[5] Protagoniza o espacio actor, metafóricamente sea dicho