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Arquitectura conmemorativa

Cristóbal Colón y el Paseo de la Reforma

Quinta parte

Por José Víctor Arias Montes

12 de octubre de 1992, derribamiento de la estatua de Fray Diego de Mazariegos, San Cristóbal de las Casas, Chis. Tomada de: https://actualidad.rt.com/actualidad/221207-tirar-estatua-conquistador-vision-indigenas-mexico

Demos un salto en el tiempo, para luego regresar y continuar con estas entregas sobre Colón y el Paseo de la Reforma. Conforme se acercaba octubre de 1992, fecha del “V Centenario del descubrimiento de América”, crecía la radicalidad de diversos grupos que reprobaban los festejos de ese acontecimiento visto como una gran fiesta. Por diversos medios se informaba, por ejemplo, del derribo de monumentos dedicados a los españoles de aquellos años por diversos países de América y también de los festejos que se desarrollaban en otros estados para celebrar el “descubrimiento”.

12 de octubre de 1992, derribamiento de la estatua de Fray Diego de Mazariegos, San Cristóbal de las Casas, Chis. Tomada de: https://actualidad.rt.com/actualidad/221207-tirar-estatua-conquistador-vision-indigenas-mexico

El ámbito académico participó de esa fecha, con multitud de actividades para ver, con una mirada más reflexiva, lo que significaba recordar esos quinientos años. En el campo de la investigación arquitectónica y urbanística, la Universidad Autónoma Metropolitana organizó quizás uno de los eventos más concurridos sobre esa temática a la que llamó “Aventuras y desventuras de la arquitectura iberoamericana” que se desarrolló en la Universidad de las Américas-Puebla en octubre de 1990. Organizado como un encuentro nacional, se desarrolló en tres mesas: El devenir de la ciudad, con 19 ponencias; El espacio protagónico, con 19 ponencias; y, La identidad confrontada, con 15 ponencias. Ahí participé en la mesa El espacio protagónico con una ponencia que iniciaba con estas palabras:

Portada de la memoria de Cuadernos metropolitanos del Quinto Centenario. Encuentro “Aventuras y desventuras de la arquitectura en Iberoamérica”, México, UAM-A, 1990.

“Quinientos años: dos palabras, simplemente dos palabras. Palabras que encierran una historia, una nueva historia: historia de un pueblo que nació de las cenizas, de otro que murió al filo de obsidiana… con pintura de guerra y con escudo de águila… desfalleciendo de hambre… con los pies quemados…

¡Ay desventurada arquitectura, que te alzaste sobre piedras de colores, construyendo catedrales y palacios, acueductos y calzadas! ¿Qué te hiciste en la historia de este pueblo masacrado? Nos cambiaste a los Dioses y al Rey, y nos diste inquisición y pudrición, a cambio de obediencia a la cruz y al nuevo Rey, mucho alcohol y una que otra enfermedad…”[1]

[1] José Víctor Arias Montes, “Quinientos años, arquitectura popular” en Cuadernos metropolitanos del Quinto Centenario. Encuentro nacional en Cholula, Puebla, “Aventuras y desventuras de la arquitectura iberoamericana”, México, UAM-Azcapotzalco, 1990, p. 95.

En 1992, editábamos Ramón Vargas y un servidor los Cuadernos arquitectura docencia, en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, y en el número 8 escribí en el editorial:

“El pasado octubre, se cumplieron 500 años de la llegada de los españoles a estas tierras. El tema acaparó la atención no sólo de los especialistas en el estudio de nuestra historia, sino incluso el de amplios sectores sociales que por medio de diversos actos recordaron esa fecha.

“Descubrimiento”, “conquista” y “colonización”; “aventuras”, “encuentros” e “invenciones”, conceptos que desde variados puntos de vista buscaron ofrecer una explicación convincente a un hecho histórico que hoy la sociedad asume en forma crítica.

A pesar de cualquier denominación, lo cierto es que esta fecha no podía pasar desapercibida en la vida cotidiana de nuestra América. Los diarios dieron fe de la multitud de eventos que, en diferentes países, se organizaron en esas fechas. Y hubo de todo. Desde los que realmente festejaron el “descubrimiento” como algo propio, hasta los que se esforzaron porque dicho aniversario se convirtiese en un acto de reflexión de lo que significó ese acontecimiento para nuestros pueblos y para el mundo entero.

Pero nadie podrá negar que este descubrimiento, encuentro o invención, y la posterior conquista y colonización de este amplio territorio se tradujo en uno de los acontecimientos más reprobables y dolorosos de nuestra historia. Habremos de, por consiguiente, estar atentos a cualquier intento de nuevas conquistas y colonizaciones que quieran practicarse en cualquier parte del planeta…”[2]

[2] José Víctor Arias Montes, “Editorial” en Cuadernos arquitectura docencia, México, Facultad de Arquitectura-UNAM, número 8, diciembre de 1992, p. 2.

En esa misma publicación, para calibrar lo que pasaba en otros países latinoamericanos, se publicó un artículo del arquitecto dominicano Rafael Calventi donde daba cuenta de lo que sucedía en esas tierras:

“…Pero no quisiera terminar esta aventura mía en el campo del análisis histórico-arquitectónico, sin hablarles a ustedes de una gran, inmensa desventura arquitectónica que por desgracia se produce en mi pequeño país. Me refiero a un monumento faraónico, que llega ahora a su etapa final y pretende conmemorar el Quinto Centenario del descubrimiento de América. Se trata de un mal llamado Faro a Colón, cuyo costo, quizás el más alto en toda la historia de los monumentos de América Latina, podría cubrir el déficit total de camas hospitalarias del país, que es una de nuestras más urgentes prioridades.

Una pesada estructura en forma de cruz, diseñada hace más de sesenta años, se levanta fuera de época y de todo contexto, para simbolizar la evangelización de los indios de América. Sin embargo, esa pesada cruz ignoró, como símbolo, los valores de esa raza, que en la isla La Española resultó totalmente extinguida en menos de 50 años de poder colonial. Pero también ignoró a otra etnia y a otra cultura. Me refiero, por supuesto, a la raza negra y a su cultura, componentes esenciales de nuestra identidad.

Para colmo de males esta auténtica desventura arquitectónica y económica, también lo ha sido en términos humanos y sociales. En efecto, alrededor del inútil faro se ha construido u alto muro para aislarlo de los barrios de miseria que lo circundan. ¿Y saben ustedes cómo ha bautizado el pueblo dominicano a este oprobioso muro? Pues lo ha llamado el “muro de la vergüenza”. Pero el Faro a Colón está ahí, desafiando a la opinión pública de mi país, que lo condenó desde el primer momento, impotente para detenerlo. La más reciente desventura de Iberoamérica será inaugurada el mismo día en que se cumplen 500 años del descubrimiento. Está ahí, muda, intrascendente, como masa inerte de hormigón armado que no explica el pasado, ni es testimonio del presente, ni precursora del porvenir. Es, de nuevo, nuestra identidad violada.”[3]

[3] Rafael Calventi, “El Caribe antillano: la identidad violada”, ibidem, p. 52.

Faro de Colón, República Dominicana. Tomada de: Nuestros monumentos. Álbum educativo en el año del V Centenario del descubrimiento y evangelización de América, Santo Domingo.

Para ese mismo año de la “conmemoración” del Quinto Centenario, el diario El Universal publicó, como otros más, lo que había sucedido en la capital mexicana tras la marcha de distintos grupos. Las primeras líneas son bastante significativas:

El Universal.

“Nayeli Reyes Castro

Una mañana, mientras la estatua de Cristóbal Colón contemplaba su glorieta en Paseo de la Reforma vislumbró que se acercaba un mar de gente. De pronto descubrió humanos trepando sobre su monumento hasta colocarle una manta en el cuello: “V centenario de la masacre indígena”.

Le cayó pintura roja, amarilla, escupitajos y consignas: “Repudio al conquistador”, “Respeto a los indígenas”, “Cristóbal Colón al paredón”, “No queremos a Colón ni siquiera en el panteón”, “México no festeja, está de luto”, “500 años de resistencia”, “Colón a España con otra pin… maña”, contaron periodistas de EL UNIVERSAL.

Era 12 de octubre de 1992, Quinto Centenario del llamado “Descubrimiento de América”, también conocido como “Día de la Raza”, para esa fecha los gobiernos habían planeado grandes festejos para conmemorarlo…

Para 1994, cuando ya había sucedido el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, de nuevo hubo protestas aquel 12 de octubre. En esa ocasión la figura de Colón en Reforma se encontró con más personas que treparon sobre él, colocaron cuerdas y tiraron de ellas para tratar de derribarlo.”[4]

[4] https://www.eluniversal.com.mx/opinion/mochilazo-en-el-tiempo/el-dia-que-quisieron-derrocar-la-estatua-de-cristobal-colon?fbclid=IwAR0NGHhEDOrOH7I898vMFT-gIs6fhcja9G_QPuATJHhMnWqanmKAU3zWOVg

Pues sí, la suerte del monumento a Cristóbal Colón en Paseo de la Reforma quedó marcada desde esa fecha, la del Quinto Centenario, solo era cuestión de tiempo para que se convirtiera en materia de controversia y que las autoridades decidieran retirarlo antes de que efectivamente la derribaran sin piedad como la de Diego de Mazariegos en San Cristóbal de las Casas en 1992, poco antes del levantamiento zapatista.

Foto 6. Monumento a Cristóbal Colón, Paseo de la Reforma. Cd. Mx. J. Víctor Arias Montes.


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