Jesús Tamayo
En mi opinión, ha pasado desapercibida en gran medida la decisión presidencial de descentralizar la actividad del gobierno federal. Hasta hoy (agosto 2021) no hay noticia de que se haya iniciado este proceso. Por ejemplo, vivo en Puebla y entiendo que la Secretaría de Educación se deberá mudar a esta ciudad, aunque hasta ahora nada parece moverse en ese sentido. En cualquier caso, a mi juicio, esta iniciativa alcanza un valor que no acabamos de apreciar.
En lo que sigue, argumentamos aquí que nuestra querida ciudad de México tiene evidentes problemas de ubicación o localización y que, si bien es casi imposible hoy relocalizarla, no podemos menos que intentar al menos contener su crecimiento que, alimentado por su condición de capital nacional, ha tiempo que concentra no sólo la actividad administrativa federal sino también buena parte de la actividad económica y de la población del país.
Tal concentración le crea problemas que se suman a los que derivan de su peculiar localización lacustre desde su nacimiento o fundación. Si bien los primeros, de concentración (contaminación, pobre movilidad urbana, etc.) han sido ya identificados y enfrentados, los segundos, problemas de localización) difícilmente han podido ser corregidos y hoy han alcanzado niveles de gravedad.
Cabe apuntar lo que entiendo como sus dos principales problemas de localización, ambos de carácter hídrico:
* su débil accesibilidad a fuentes de agua potable para una población en veloz crecimiento, y
* su condición de territorio inundable (asociada a sus retos geográficos para desalojar sus aguas residuales, hoy librados con el Drenaje Profundo de la CDMX.
En este apartado nos referiremos a su débil accesibilidad a fuentes de agua potable para su población en permanente crecimiento; más adelante nos referiremos a las implicaciones de su condición de territorio inundable.
El agua y la CDMX
Desde que el hombre descubrió la agricultura hace 10 mil años y decidió asentarse en algún territorio para cuidar de su producción de alimentos, el agua se volvió un insumo indispensable, tanto para el cultivo como para el consumo humano. Ello explica por qué todas o casi todas las ciudades antiguas se fundaron y desarrollaron junto a las fuentes naturales del líquido en cuestión. Si bien, esto se repitió en todas partes, una versión peculiar de esta historia la ejemplifica la ciudad sagrada de Tenochtitlan. Si bien paradójicamente asentada en un lecho lacustre, ha tenido siempre un débil acceso a fuentes de agua potable,
Todos los mexicanos conocemos el mito o la historia de la fundación de la antigua Tenochtitlan, contenido en el códice conocido como “la tira de la peregrinación”
Sabemos todos del mito o historia de la migración originaria desde Aztlán hasta el centro de México y que una indicación simbólica era que el sitio o meta final de la migración mexica era el encuentro con un águila devorando una serpiente y posada en un nopal. Ello pudo haberse encontrado quizá en múltiples lugares del centro de México, pero finalmente lo fue en un islote de un conjunto de lagos de la parte baja de una cuenca endorreica, la cuenca de México.
El lugar. La cuenca de México en el Siglo XV contenía los lagos de Texcoco, Chalco, Xochimilco, San Cristóbal-Xaltocan y Zumpango. Como cuenca endorreica no tenía entonces ni ahora salidas naturales y el nivel de los lagos podía elevarse en época de lluvias o por avenidas de los ríos que la alimentaban; por tanto, tendía a inundarse con frecuencia. Un sitio así podría haber sido adecuado para muchas cosas, pero difícilmente para fundar una aldea que con el tiempo llegaría a ser una gran ciudad.
La fundación Así, en 1325, en esta cuenca lacustre nació el primitivo asentamiento de lo que pronto sería Tenochtitlán (lugar de Ténoch). Este asentamiento fue renombrado así en 1376 por Acamapichtli, (el que empuña la caña) primer Huey Tlatoani; o gran gobernante de los mexicas como homenaje a su predecesor Ténoch (Tuna de piedra)
Adaptación. Los aztecas se mostraron hábiles para manejar y aprovechar el agua; desarrollaron una sofisticada infraestructura hidráulica que comprendía canales, diques, drenajes, chinampas, estanques y humedales artificiales. Así, el asentamiento nacido en un islote pronto fue conectado al resto de la cuenca por medio de cuatro diques utilizados como calzadas.
En efecto, los mexicas aprendieron con los años a adaptarse y controlar su particular territorio. Prueba de ello son las calzadas y cortes (pasos de agua) en ellas, su agricultura chinampera y su abastecimiento de agua dulce desde Chapultepec y Coyoacán.
Las crónicas nos dejan ver que, a poco de fundada, desde sus primeros años, el agua de la primitiva aldea se tuvo que traer de sus vecindades[1]; así
[1] Tomado de Galeana de V. Patricia (coordinadora), Los siglos de México, Editorial Patria (Nueva Imagen), México, 1991..
En 1466, se abre el primer acueducto entre Chapultepec y Tenochtitlan, y
En1408, a pesar de la oposición del señor de Coyohuacan, Ahuizotl (octavo señor de Tenochtitlan) inicia la construcción de un acueducto desde esa población y Tenochtitlan, y que
En 1505, se abre un nuevo acueducto desde Chapultepec a Tenochtitlan para satisfacer las crecientes demandas de agua potable
A la caída de Tenochtitlan en 1521, como sabemos, por razones políticas Cortés decidió que la derruida Tenochtitlan, capital del imperio mexica, fuese ahora la capital de la Nueva España.
Así, en los casi 300 años que siguieron a la caída de Tenochtitlan, en los años de la dominación colonial (que algunos prefieren llamar dominación virreinal), la falta de agua dulce a una población relativamente pequeña se resolvió mediante su importación a través de acueductos como el que llegaba a la puerta sur de la vieja ciudad, mismo que conocimos como el Salto del Agua[2]. Al final del período, en 1790, el Censo de Revillagigedo le atribuye apenas 104 mil habitantes[3].
[2] A principios del siglo XIX la fuente del Salto del agua era una de las 40 fuentes públicas de la ciudad, en donde se abastecían del líquido todas las personas que no tenían mercedes de agua, es decir, tomas directas a su hogar, las cuales eran pagadas por las clases altas de la capital y por los sitios religiosos.
[3] INEGI, La población de la ciudad de México
Pero a principios del Siglo XIX, estallaron los movimientos independentistas y finamente el 28 de diciembre de 1836, a través del tratado Santa María Calatrava, nuestro país devino en la nación mexicana, nación que vino a consolidarse a mediados de siglo. Almonte le atribuye 170 mil habitantes[4] Para entonces, la ahora ciudad de México era todavía no mucho más que una macro aldea en crecimiento. Pero a principios del Siglo XX, los acontecimientos de la revolución social, si bien relevantes, no ocultaron la necesidad urgente de resolver el asunto de la disponibilidad de agua dulce para la capital con casi 400 mil habitantes[5]. Así, al poco rato (1941) surgió el proyecto de traer agua del cercano río Lerma que cruzaba el vecino estado de México. La extracción de agua del subsuelo no era suficiente y además aceleraba el hundimiento de la ciudad en el subsuelo lacustre, Finalmente, el proyecto Lerma se concretó el año de 1940 trayendo agua suficiente al llamado Cárcamo de Dolores, en Tacubaya. al sur poniente de la vieja ciudad. Para entonces la CDMX contaba ya con 1 millón 800 mil habitantes.[6]
[4] Ídem.
[5] idem
[6] VI censo General de Población
Terminado el conflicto armado y con un país en proceso de desarrollo económico que se acompañó de un proceso de veloz urbanización, la ciudad capital siguió creciendo a ritmos inusitados; así una más reciente decisión fue traer agua a la capital del rio Cutzamala, la que también se hizo llegar al Cárcamo de Dolores. Esto último sucedió a finales del siglo XX cuando nuestra ciudad ya albergaba a 18 millones de seres.
Crecimiento de la CDMX y de la ZMVM
De tiempo atrás, nuestra ciudad crece velozmente en población y extensión territorial. De hecho, desde mediados del siglo pasado se volvió millonaria en habitantes y alcanzó la categoría de metrópoli; poco antes ya se había observado un proceso en el cual el área urbana de la vieja ciudad invadía no solo las delegaciones periféricas del viejo Distrito Federal, sino que también algunos municipios de la periferia del DF, pero pertenecientes al vecino estado de México. La noción urbanística de Zona Metropolitana, en este caso, de la ciudad de México, sirvió así para definir la circunscripción territorial construida con municipios. Así, desde hace unos años utilizamos el concepto de Zona Metropolitana de la Ciudad de México para referirnos a la envolvente municipal de la creciente área urbana de la ciudad de México,
Más realistas, el año de 2005, los gobiernos de la ciudad de México y del Estado de México decidieron adoptar el concepto de Zona Metropolitana del Valle de México ZMVM para referirse al territorio que incorpora al Distrito Federal, ahora Ciudad de México y a los municipios conurbados al área urbana; así, hoy la ZMVM incorpora a 59 municipios del Estado de México y a una municipalidad del Estado de Hidalgo.
AÑO | Pob. CDMX millones | Pob. ZMVM millones | Pob. AMCM millones |
1900 | 0.54 | 15.56 | |
1910 | 0,72 | ||
1921 | 0.80 | ||
1930 | 1.22 | ||
1940 | 1.75 | ||
1950 | 3.05 | ||
1960 | 4.87 | ||
1970 | 6.67 | 10 | |
1980 | 8.831 | 13 | |
1990 | 8.235 | 15.563 | 15 |
2000 | 8.605 | 18.396 | 18 |
2010 2020 | 8.851 9.23 | 20.116 21.828 | 20 |
2020 [7]
[7] Cuadro construido con información disponible en Internet
Pero todo ello no para ahí, la ciudad sigue creciendo en población y extensión de modo que desde hace varios años califica ya como megalópolis, término que el geógrafo francés Jean Gottmann utilizó en 1961 para definir al conjunto de metrópolis del noreste de los Estados Unidos. Y el caso es que hoy 2021 nuestra vieja Tenochtitlán supera ya la cifra de 21 millones de habitantes y es la segunda concentración urbana más extensa del globo.
Es previsible y casi inevitable esperar el que nuestra ciudad capital siga creciendo en población y extensión. Quienes hemos sido formados en materia urbana, yo al menos, no podemos menos que preocuparnos por una decreciente disponibilidad de agua per cápita. Si este panorama no es equivocado, conviene preguntarnos ante la eventualidad de seguir creciendo sin control; ¿Qué podemos hacer hoy al respecto?
Al llegar a este punto, no podemos menos que hacernos algunas preguntas incomodas a las que solo podría responder un grupo multidisciplinario de especialistas en diversas materias como la hidráulica, la demográfica, la geográfica, etc.
Para empezar, es o no posible contener o al menos reducir el crecimiento poblacional del área urbana de nuestra ciudad capital ¿Qué opciones tenemos al respecto? Y aquí se inscribe la idea de impulsar la descentralización de las actividades en ella y la actividad administrativa gubernamental es primera en la lista de lo posible. ¡¡Adelante con ella!!
Obligados por el futuro poblacional ¿podremos traer más agua de algún río no muy lejano? En el caso que lo hiciéramos, ¿Nuestro flamante Drenaje Profundo no corre el riesgo de ser sobrepasado por una población que crece sin control? O ¿cuál es su límite?
Habrá que explorar alternativas incomodas. Por ejemplo, nosotros, modernos, desde que los ingleses inventaron el flush toilett les hemos copiado y hoy utilizamos nuestra valiosa agua dulce para deshacernos de nuestros desechos. ¿no tenemos otra alternativa?
Por otra parte, hemos olvidado la costumbre de nuestros abuelos de captar agua de lluvia[8], nosotros, modernos, la sumamos a nuestra red con la que desechamos nuestras aguas residuales.
[8] En fechas recientes, una empresa privada presume públicamente de la construcción de ollas captadoras en el medio rural, materia que ha tiempo debería haber sido emprendida por los gobiernos locales, estatales o el federal.
En este siglo de innumerables desarrollos tecnológicos ¿será hoy impensable aprovechar el lecho lacustre de nuestra cuenca endorreica para hacernos de agua al menos aprovechable?
Se habla de llevar las oficinas ejecutivas del Instituto Mexicano del Seguro Social a la capital de un estado del centro del país. Habrá que esperar, aunque el tiempo nos apremia.