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Ver al futuro

Víctor Arias Montes

Resulta más que obligado comentar lo sucedido en estos días en relación a las elecciones en nuestro país y que de variadas maneras nos recuerda la guerra sucia implementada en diversos países latinoamericanos en contra de aquellos que pretendieron transitar a una plena democracia que no fuera solamente electoral.

México, no es la excepción. En el proceso electoral que llevó a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, así como en la implementación de políticas públicas para que el pueblo cuente con los requerimientos básicos de bienestar, se ha vivido una guerra sucia sin precedentes que tiene por objeto bloquear y parar, a como dé lugar, a ese liderazgo histórico y a los sustantivos avances de su principal proyecto: la 4ª Transformación.

Ese proyecto de transformación ha combatido con éxito lo más profundo de la corrupción en nuestro país e, indudablemente, a los personajes que están involucrados en todas esas redes que, casi a la perfección, saquearon las arcas y recursos nacionales sin escrúpulo alguno, les duele no seguir haciéndolo.

La 4ª Transformación, que tiene por finalidad hacer de México un país justo y democrático en su sentido más amplio, seguirá enfrentando la resistencia de quienes desde su posición de clase no están dispuestos a abandonar sus pretensiones y, mucho menos, a aceptar que México está cambiando.

Los resultados de la elección del 6 de junio pasado, se pueden ver desde distintas  ópticas y no hay razón más precisa que recordar la Ley Campoamor: “Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”. Efectivamente, ¿de qué color del cristal queremos mirar la realidad?

Pero lejos de buscar un cristal a nuestra medida, a la de los arquitectos, recordemos que la 4ª Transformación, poniendo el interés nacional por delante, ha impulsado actualizaciones a distintas leyes para mejorar, por ejemplo, la vivienda en sus ámbitos de financiamiento y construcción; para que el ordenamiento territorial cuente, a la vista de tod@s, con objetivos claros para optimizar el territorio desde la perspectiva sostenible y democrática; y para que las grandes obras detonen la grandeza mexicana.

Cierto que los órganos gubernamentales parecen en ocasiones grandes dinosaurios reumáticos que les cuesta trabajo sumarse a este proyecto. Y cierto también que las limitaciones y equivocaciones se hacen presentes. ¿Pero qué cambio revolucionario no enfrenta todo eso y más?

El Presidente, ante esa amarga realidad de guerras y limitaciones propias, ha tenido que enfrentar, con inusitado éxito, ese ambiente hostil y contrario a la 4ª Transformación. Lo ha hecho no solo con valentía, sino con tal inteligencia que enoja más a los contrarios que, a pesar de contar con financiamiento norteamericano, no han podido lograr que claudique.

Esta nueva realidad geográfica electoral del país seguirá modificándose, pero el proyecto seguirá expandiéndose a lo largo y ancho del territorio nacional tal y como ha quedado plasmado en estas elecciones.

Nada será sencillo, pues se agudizarán la guerra sucia y las campañas externas que continuarán tratando de que todo vuelva al régimen de corrupción y privilegios detentados por unos cuantos, para luego decir que es el gobierno quien alienta la lucha de clases.

Los arquitect@s tenemos la posibilidad de sumar esfuerzos para un México mejor, para que tod@s obtengamos los niveles de bienestar que permitan una vida digna y próspera.

Tenemos una gran oportunidad de ver al futuro e imaginar, como imaginamos nuestros proyectos, un mundo de esperanza.

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