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Pasajes vivenciales con Carlos González Lobo

Carlos González, el compañero

Por Jesús Tamayo Sánchez

Me entero hoy del reciente fallecimiento de Carlos González Lobo, a quien recuerdo como un compañero de los primeros años en la Escuela Nacional de Arquitectura. Si bien no estábamos en el mismo grupo y no había un contacto permanente, él se hacía notar porque se introducía a las conversaciones de todos los grupos y grupillos de la escuela. Pronto nos dejó claro que era pariente de un distinguido mexicano por ese entonces de todos conocido. Se trataba del ingeniero González Camarena, destacado además porque por esos años la televisión estaba en la comidilla de todos los días.

El joven adolescente no brillaba precisamente por su simpatía personal; al menos en mi grupo cercano no se veía con simpatía su presunción; quizá demasiado pagado, pensábamos nosotros, por la fama familiar Y ello, entre jóvenes anteproyectos de arquitecto, era como tratar de vender helados a los esquimales.

Por todo lo anterior, después de leer los comentarios de Roberto Segre y de Víctor Arias a la actividad profesional del Carlos González ya arquitecto, me resulta claro que hubo una transformación significativa en la persona de Carlos.

Imagino que ello sucedió a partir de los impactantes acontecimientos del dos de octubre de1998. A mi ver, Carlos entonces se transformó, en la práctica arquitectónica, en un activista que, en los hechos, resultó más revolucionario que los revolucionarios surgidos del movimiento estudiantil.

Su actividad como planificador de asentamientos de la población de bajos ingresos, sus experimentos de técnicas novedosas aplicables a la vivienda popular provocan la envidia de quienes siempre quisimos en algún momento aplicar nuestros conocimientos al beneficio de la población más desfavorecida.

Sirvan estas líneas con un mini homenaje, quizás tardío, al compañero que SÍ supo aplicar sus conocimientos al servicio de la gente.

De Salamanca, España, a Azcapotzalco, Ciudad de México. Dos llamadas de atención de las que se agradecen

Por Gerardo G. Sánchez Ruiz

Conocí a Carlos González Lobo en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura Tecamachalco en 1976, un compañero había asistido a una conferencia que él ofreció sobre la arquitectura de la Unión Soviética, pidiéndole nuestro compañero la repitiera en nuestra escuela. Desde la Vocacional venía yo leyendo a Marx, Engels, Lenin, Trotsky… casi no entendía; más aún, no encontraba como relacionar las lecturas con teoría de la arquitectura. De modo que cuando escuché el discurso de González Lobo dije: ¡Es por aquí! Después, conocí textos de Rafael López Rangel, Ramón Vargas y otros maestros, y me fui aclarando cosas. Asistí a una que otra conferencia de González Lobo donde mostraba su arquitectura popular con bóvedas de concreto trabajadas en el lugar. Nunca entablé amistad con él, pero tengo dos anécdotas con sendas llamadas de atención. Sonarán presuntuosas, pero así fue.

Estando en la uam-a ya como profesor, previa convocatoria-concurso pude asistir en 1992 al congreso: “Quinto centenario. Aventuras y desventuras de la arquitectura Iberoamericana” en Salamanca, España, donde asistimos preponderantemente maestros de la uam y de la unam; yo feliz, empezaba a participar con historiadores y teóricos. Era España y como uno de mis compañeros de viaje era Rafael López Rangel, pues había que tomarnos un algo y español.

Y en efecto, llegamos a Salamanca, dejamos nuestras cosas y fuimos a la esquina donde había una taberna, ahí casualmente fueron llegando otros maestros entre ellos González Lobo, quien se sentó con nosotros y se puso a platicar con López Rangel. Una de las cosas que me llamó la atención de la plática, fue cuando dijo: “Rafael, hay que apoyar a los jóvenes que ya están escribiendo sobre arquitectura, como Celso Valdez, Alejandro Ortega y José Luis Lee”, Los tres ya eran profesores, dos de la UAM Azcapotzalco y el tercero de Xochimilco; dije: “¡Que buena onda de este maestro, así deben ser los grandes! ¡Apoyar a los de ligas menores! ¡Vientos dominantes!

Y viene la primera llamada de atención. El día que me tocaba exponer por tomarnos “unas” llegué a la hora, había que acomodar diapositivas… ¡perdonen ya voy!, y expuse muy rápido; Carlos estuvo presente y dijo: “bueno, expuso en tiempo”. Más tarde pues que vamos por las “ostras”, iban con nosotros los maestrazos y hoy buenos amigos Enrique Ayala Alonso (†) y Jorge González Aragón. Cumplida la tarea en la taberna y ya rumbo a los hoteles donde nos habíamos hospedado, Jorge me dijo: “No lo tomes a mal, Carlos González Lobo me dijo: “Se ve que Gerardo tiene muchos elementos, pero por la exposición veo que le falta seriedad y disciplina”. ¡Bellos Señor y mensajero! Fue un regaño sutil el cual siempre he agradecido porque sí intenté corregirme. Posteriormente nos encontramos en otros eventos, ya nos saludábamos y comentábamos rápidamente cosas de las abordadas, por supuesto, un día le agradecí el regaño en Salamanca.

El otro, ocurrió en el examen de doctorado del maestro Manuel Sanchez de Carmona, donde era asesor Alberto González Pozo, y sinodales: Carlos González Lobo, Enrique Ayala Alonso, Rene Coulomb Bosc (†) y yo. ¡Puro maestro y yo de sinodal de un destacado académico y profesional! Pues cuando llegó mi participación le agradecí al Maestro Sánchez de Carmona la invitación, y dije que me era difícil preguntarle dada su trayectoria, comenté algunas cosas y pregunté. Seguramente todos vieron mi inseguridad y Carlos no se aguantó, pues al terminar el examen me abordó y me dijo: “Gerardo, haber, si Sánchez de Carmona te propuso como sinodal, fue porque sabía que podías aportar, conozco tus libros y ya aportas, eres parte de nosotros; no vas andar diciendo por ahí que eres bueno, pero asume que sabes”. Por supuesto, siempre agradeceré esas llamadas de atención de Carlos González Lobo, quien seguramente fue también, un buen maestro con sus alumnos.

Liderazgo académico

J. Víctor Arias Montes

Conocer a Carlos González Lobo no solo como profesor sino también como político en las asambleas del Autogobierno, fue todo un acontecimiento novedoso lleno de esperanza para que las cosas cambiaran. Así siempre lo creímos todos, a pesar de las palpables diferencias entre el Colegio de Profesores y el Comité de Arquitectura en Lucha.

Después de su participación en infinidad de asambleas autogobiernistas en la Escuela Nacional de Arquitectura de la unam, tocó el turno en una donde debía elegirse a la coordinación general del Autogobierno.

El 26 de enero de 1977 se llevó a cabo la Asamblea ante un au­ditorio lleno. La Mesa presentó las propuestas de la Asamblea de Delegados y la lista final de candidatos, todo se aprobó. En el transcurso de la auscultación se generó, en forma natural, un apoyo de la base hacia Carlos González Lobo para Coordinador General pues desde hacía tiempo él concentraba no sólo la atención sino la atracción por su carismática personalidad. Con ese ánimo la base participó en la asamblea y apoyó todas las intervenciones en apoyo a Gon­zález Lobo a través del aplauso yla ovación. Pero después, en el momento crucial, González Lobo no aceptó ser candidato a la Coordinación General aduciendo que “su trabajo sería más productivo en la Comisión Académica”. Los resultados quedaron así:

Coordinación General: Arq. Ernesto Alva Martínez; Comisión Académica Pedagógica (cap): Arq. Carlos González Lobo; Comisión Académica Administrativa (caa): Arq. Josefina Saisó Sempere; Órgano Informativo de la Asamblea (oia): Arq. Víctor Jiménez Muñoz; Comisión de Personal: alumno: Mario Larrondo. Trabajador: Rosa María García Téllez. Profesor: Arq. Juan José  Serrano Gómez.[1]

[1] “Acta. Asamblea Plenaria”, ena-Autogobierno, 26 de enero de 1977, 4 pp.

Con esta experiencia se abrió una nueva fase dentro del Autogobierno, caracterizada por un amplio desarrollo y producción académica de los Talleres. La coordinación elegida inició pronto sus trabajos. En especial interesa resaltar los trabajos de la cap y del oia, pues resultaron al corto tiempo de suma importancia para la comunidad.

Con la lección todos habían ganado; la confrontación política generó una retroalimentación académicaque, aunque rica, estaba tam­bién permeada por la dispersión y polarización de los Talleres, permitiendo que a partir de la contradicción política de la lucha por el poder emergiera la lucha académica de altos vuelos. Esa fue la época en que Carlos promovió una restructuración general en el Autogobierno, sin lograrlo cabalmente pero con la convicción de que la autocrítica ayudara a sobrepasar las diferencias.

No hay duda, fue Carlos uno de los pilares ideológicos del pensamiento académico del Autogobierno… Un líder académico que no encontró eco en esos momentos.


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