Gerardo G. Sánchez Ruiz
Las sociedades se conducen entre aspiraciones y realidades, pretenden disfrutar situaciones de progreso, la mejora de todos sus ámbitos, y por supuesto, sus distintos sectores pueden lograrlas o no de acuerdo a sus posibilidades; y para el caso, ante esas demandas los territorios que éstas ocupan, requieren distintos niveles de intervención, de ahí la siempre existencia y desarrollo del hoy denominado urbanismo o planeación urbana, la cual entre eficacias o ineficacias, ha sido blandida por gobiernos en distintas épocas con el fin de crear o refuncionalizar los espacios exigidos, y en especial los de los grupos de poder. De esa condición no escapa por ejemplo la ciudad de México, la cual se ha desarrollado entre aquellas aspiraciones, y conduciéndose en la historia a través de distintas modernidades, en mucho posibilitadas por el urbanismo. ¿Pero cuál es el cometido de esta disciplina, qué es lo que determina sus acciones, y cómo ha influido la cuestión técnica?
El urbanismo en sus intenciones y realizaciones, puede caracterizarse desde un conjunto de condicionantes y procesos, cuyos matices proceden de las deficiencias en los espacios y de la necesidad de atenderlas; donde un matiz ha sido que sus sociedades en distintos tiempos, han intentado evolucionar de unos contextos sociales, culturales e históricos agotados, a otros que les prometieron nuevos satisfactores, y por supuesto, en procesos de rupturas y continuidades progresar. Esos procesos donde el urbanismo ha construido los sustentos materiales para esas situaciones de progreso, pueden entenderse desde los siguientes condicionantes:
Uno. Las aspiraciones construidas entre los diversos grupos sociales desde que se crean las ciudades, en el caso de la ciudad de México desde su fundación pretendiendo un lugar para habitar, para después y en particular desde la independencia, en parte con la influencia del exterior, en tanto guiaron o prefiguraron maneras de entender y asumir el progreso.
Dos. Los actores sociales surgidos como resultado de las grandes definiciones sociales, aún después de fundarse la ciudad, y posteriormente: con la consecución de la independencia frente a España, al defenderse la soberanía de lo que se constituía la nación ante la invasión francesa y norteamericana y, al incubarse y extenderse la Revolución; puesto que, esos movimientos plantearon proyectos de país, no obstante, donde los grupos de poder manejaron desde sus intereses los territorios.
Tres. Las formas en que se relacionó la sociedad para producir sus satisfactores, en tanto esas formas implicaron luchas o acuerdos en la manera de ocupar territorios, y donde cada grupo, imprimió a lo urbano arquitectónico sus perspectivas de progreso, su manera de ver a la realidad, sus orientaciones culturales y sus amplias o restringidas posibilidades económicas.
Cuatro. Las posturas políticas de los grupos dominantes y su influencia en el carácter adoptado por los Estados, en tanto esa premisa fue definitoria para imprimir determinadas orientaciones a la manera de producir y manejar el territorio, lo cual dio cause a desigualdades territoriales expresadas no sólo en formas o apariencias, sino también en contenidos o esencias, y.
Cinco. El uso de los avances tecnológicos que sustentaron la producción urbano arquitectónica, en razón de que éstos se tradujeron en nuevas formas de habilitar el territorio, particularmente por la naturaleza de los suelos, mismos que en determinados momentos dificultaron la expansión de la ciudad, a saber: la construcción de cimentaciones, muros y losas especiales; puentes más resistentes y de mayor extensión, sistemas de abastecimiento o de drenado con mayor capacidad y resistencia, etcétera, etcétera.
En esta última parte, es por demás importante en el desarrollo de las ciudades, no obstante, poco se pone atención en los estudios sobre ésta. Y es que debe resaltarse el hecho de que los conocimientos adquiridos respecto al urbanismo en cuanto a formas de la ciudad, tamaño de calles y avenidas, altura de edificios, etcétera, hubieron de empalmarse o desarrollarse junto a otros de carácter eminentemente técnico para así poder atender cuestiones fundamentales de las formas de expansión. Algunos casos son:
Uno. Los espacios elegidos para erigir ciudades, en el caso de la capital de México, se asentó sobre lagos, los cuales al secarse generaron en la parte central y sobre todo en el nororiente de la ciudad, suelos de alta compresibilidad y en mucho salitrosos, por lo que las edificaciones para erigirse hubieron o debieron de requerir tratamientos especiales en las estructuras de las edificaciones; lamentablemente de esto último, no se beneficiaron todos los asentamientos, pues en grandes porciones y especial donde se generó autoconstrucción sin la asesoría técnica, pueden observarse espacios con preocupantes riesgos.
Dos. Dadas las formas de expansión de las ciudades, hubo que mantener el permanente abastecimiento de agua, la cual hubo de traerse de zonas aledañas y posteriormente de lugares más alejados; a la vez de generar sistemas de drenaje que salvaran accidentes topográficos, o se amoldaran a las nuevas condiciones del suelo ante la frecuente extracción de agua.
Tres. Se requirió, sortear contingencias ambientales como consecuencia de la concentración de humos como los que provenían del uso del carbón, el petróleo o gas en casas habitación o la industrial, y hoy de los millones de automóviles que circulan en calles y avenidas, pero además, por la acción depredadora de todos los habitantes que aquí viven o vivieron, situación que llevó a desaparecer amplias áreas verdes.
Así y en ese contexto, las especificidades de la ciudad de México, una urbe construida en un islote junto con las condiciones que le siguieron, pueden explicarse a partir de dos situaciones: primero, como resultado de la existencia de un conjunto de aspiraciones y necesidades que debían atender los gobiernos; segundo, el cariz impreso por los diversos grupos sociales y sus representantes al pretender resolver sus necesidades, a saber: desde la elemental necesidad de contar con un techo para vivir situación por demás preocupante entre los grupos populares, hasta utilizar lo construido para reafirmarse como clase, tal como ha ocurrido con parte de sectores medios y los altos; y finalmente, por las posibilidades brindadas por el urbanismo.
En ese sentido y siguiendo a Octavio Paz[1] en los Hijos del limo ―un texto de 1974, citado por muchos autores entre ellos Henri Lefebvre y Jürgen Habermas―, las modernidades por las que ha pasado la ciudad fueron logradas por las aspiraciones de una sociedad que cuestionaba situaciones que no le permitían avanzar, y donde por lo tanto y desde sus posibilidades, hubo de edificar ambientes de vida que le otorgaran mejores niveles de bienestar. De manera que ante aquellas condicionantes, el urbanismo en muchas ocasiones generado de manera por demás sería, junto a los apoyos tecnológicos que lo han acompañado, coadyuvaron en gran manera a que al menos las ciudades funcionen.
[1] Octavio Paz, “Los hijos del limo” en Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica (1993).