Rubén Cantú Chapa
La historia la hacen los vencedores y el mundo registra innumerables casos. En México esa situación ocurrió con el porfirismo, régimen que, por haber escalado a dictadura y ser así etiquetado, no fue valorado de manera objetiva por las generaciones posteriores, particularmente en obras que para ese momento eran fundamentales para el desarrollo del país, pese a que éstas surgieron de amplios y reflexivos esfuerzos de médicos, ingenieros y arquitectos, entre otros, quienes desde este punto de vista cumplieron con su tiempo. En el presente, ante la irrupción del Covid-19, es importante repasar ideas y acciones promovidas por aquel régimen, pues las pandemias suscitadas en esos años motivaron a profesionales a pasar de meras interpretaciones a realizaciones para mitigarlas. Casos ilustrativos son las obras de infraestructura y equipamiento urbano producidas a lo largo y ancho del país, y en especial en la ciudad de México.
El carácter patrimonial de un territorio citadino es el punto de partida para considerar la sostenibilidad de su espacio urbano arquitectónico. Un Centro o sitio Histórico, o una localidad declarada patrimonio de la humanidad, tendría la posiblidad histórica para preservar la sostenibilidad. El pueblo mágico de igual forma tendría la misma característica de sustentarse, al ser denominado como patrimonio paisajístico. Este acontecimiento de sostenibilidad de un territorio citadino, no sólo es el reconocimieto oficial por un organismo internacional, nacional o estatal por su condición patrimonial, es más que todo porque la población del sitio histórico considera su identidad al protegerlo y defenderlo como propio, capaz de organizar a la sociedad políticamente para su preservación.
El patrimonio paisajístico en diversos lugares de la república, lamentablemente, no es considerado para su debida conservación, aun siendo sitios declarados patrimonios de la humanidad. Otros son ignorados por el Estado a pesar de las demandas de la población y organismos profesionales, que pugnan por la necesaria conservación de sus espacios naturales y antropogénicos existentes. La demanda social y cultural de la población por la conservación del patrimonio paisajístico es un imperativo moral y ético de reafirmación de identidad social, su lugar de origen satisface la voluntad de ella y las condiciones de vida.
Se parte de considerar al valor de uso social como lo que da siempre contenido a la identidad del lugar. Surgiendo con esto su sentido de existencia como productos intangibles, pero su formal existencia de conservación real patrimonial tangible como el “valor de uso que constituye siempre su contenido independiente de formación social” de origen.
Como base material, además, sobre la cual se expresa de manera inmediata el valor de cambio, sucede cuando se presenta una relación económica determinada, que constituye esa característica. El patrimonio paisajístico, que se refiere a la herencia ligada al pasado, se aprecia en la actualidad para transmitirse a las generaciones venideras, como el grado de sostenibilidad objetiva que se da en los lugares de la República Mexicana que tienen las características patrimoniales. Se propone rescatar el contenido de identidad, como condiciones de vida social, espiritual y material de grandes, medianas y pequeñas localidades, por constituir el valor patrimonial.
El patrimonio paisajístico, como los Centros Históricos de las ciudades de México, los Pueblos Mágicos y demás, son sostenibles por el arte, lo urbano arquitectónico, así como la historia y los movimientos sociales del lugar, por lo que garantiza su preservación. A la vez, son necesarias las políticas públicas sobre la base de la democracia sustentada en la real participación social, condición sine qua non, que da el valor de uso del Patrimonio Paisajístico.
El Centro Histórico de la Ciudad de México se sustenta a partir de tres factores principales: dos de ellos son los aspectos y hechos consumados de índole cultural: arte e historia; y el tercero es relacionado con los acontecimientos sociopolíticos contemporáneos, esto es, los movimientos sociales como sujetos humanos que crean y sustentan también la historia del espacio urbano arquitectónico patrimonial. A la vez, el papel protagónico del Centro Histórico debido al carácter vivo y el valor de uso social y cultural que le son inherentes, además de los que ahí habitan y trabajan, expresa su cometido mediante las demandas sociales expuestas desde el último tercio del siglo XX. Luego, la producción del arte materializado en la arquitectura, la escultura, la pintura y la obra artística, tanto como la literatura, el cine y la música allí surgidas y/o expuestas una y otra vez, determinan la sostenibilidad e identidad del paisaje patrimonial, así como la transformación, basado en el disfrute actual, así como en el goce de las futuras generaciones.
Los diversos acontecimientos en las últimas décadas convirtieron el paisaje urbano patrimonial en un espacio actor, tanto por su historia como por el arte y la arquitectura. Ahí se desenvuelve un hecho histórico relacionado con la impugnación al sistema político y al modelo de desarrollo económico del Estado mexicano, mayor que los resultados electorales de 1988, 2006 y sobre todo en el reciente año de 2018, en el que hubo la mayor expresión de rechazo a la política neoliberal de 36 años de duración. Hoy, en el proceso denominado La Cuarta Transformación.